Una profesora de matemática y economía de una escuela rural entrerriana está juntando firmas en internet para que sus alumnos puedan empezar las clases en una semana, a pesar de las lluvias. La única ruta de acceso, la provincial 40, se inunda y los estudiantes no pueden llegar. La solución está en manos de la Dirección Provincial de Vialidad.
Bárbara Saluzzo tiene 35 años y creció en Diamante. Ahora vive y enseña en Costa Grande, en una escuela media creada hace una década, como ampliación de otra institución que tiene una larguísima historia en la zona. Fue la concreción de un sueño de padres y vecinos. El colegio tiene una comunidad con un alto sentido de pertenencia, y una cooperadora y un club de madres fuertes que garantizan aulas amplias y hasta aires acondicionados.
Bárbara enseña a alumnos de cuarto, quinto y sexto año que no tienen que dejar como otros la zona para irse a estudiar lejos y tal vez ya no volver. La profesora se queja de que las sucesivas promesas hechas por los funcionarios de mejorar el camino que es de tierra no se hayan cumplido. "Es una pena ver que el esfuerzo de los chicos por aprender se vuelve inútil cuando caen cuatro gotas", insiste. La petición que publicó en una plataforma y que va dirigida al gobernador Gustavo Bordet y a la Dirección Provincial de Vialidad ya superó las 22 mil firmas de las 25 mil que busca.
"Es muy triste enterarte como docente que los chicos no vienen a clase porque no pudieron llegar, porque se quedaron a mitad de camino", repite.
"Los políticos vienen, se sacan fotos, y no cumplen ni siquiera con proveernos ripio", sostiene Bárbara, dolorida.
Una escuela con pasado
Hace poco más de dos años, "la escuela de madera", como se la conoce, cumplió 120 años. Hubo asado con cuero, helado y baile en Costa Grande, un paraje rural cercano a Diamante, Entre Ríos, que la vio nacer oficialmente en 1894 como Escuela Infantil No 1. La única maestra entonces era la señorita Demetria del Valle, hija de 21 años del estanciero en cuyas tierras se levantaba el único aula. Enseñaba allí a los chicos en su mayor parte inmigrantes, alemanes del Volga. Hasta ese momento Demetria trabajaba gratuitamente, pero entonces el estado comenzó a pagarle un sueldo, y un pequeño alquiler a su familia, propietaria del predio.
La matrícula creció, y la escuela se trasladó a distintos lugares, hasta que en 1910 Irene Loza de Gay donó dos hectáreas, donde se levantó una prefabricada que le valió el nombre popular. En 1950 se la bautizó con el nombre de un jesuita, el padre Agustín de la Tijera.
En 1965 el edificio fue reconstruido totalmente, y se le fueron agregando distintas dependencias: aulas, baños, cocina comedor y hasta una casa para el director.
Hoy, a un costado de la ruta provincial 40, tiene más de 200 alumnos en tres niveles: el jardín Semillitas y la escuela primaria 23 . Y la secundaria 11 (que empezó con solamente 18 chicos y chicas), donde quiere seguir enseñando Bárbara, para que los chicos de Costa Grande no tengan que emigrar y crezcan y trabajen allí. Para que la "escuela de madera", tenga futuro y no solamente historia.