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SER LIBRES DESDE LA EDUCACIÓN

Elisa González, la vocación para encarar la actividad docente, incluso en lugares donde aprender es la única forma de autonomía.



Elisa González es profesora en Letras y desempeña su labor en diversas instituciones educativas donde se entremezclan las más diversas realidades: da clases en colegios públicos, en privados, en colegios de credo católico y evangélico; y también en la cárcel con alumnos que están privados de su libertad.

Elisa arrancó en el Instituto Santa Isabel (1º,2º,5º), en la escuela secundaria Domingo Savio (2ºy3º), en la Escuela Evangélica Juan E. Dring (1º,2º,4º), en la EPET Nº 1 (1º,3º,4º,5º-2º,6º), en la EPES Nº 51 "José Gervasio Artigas" (turno noche) y en el CESEP Nº 25 Centro Secundario de Educación Permanente, que funciona en la alcaidía de varones del barrio San Antonio.

Niños, jóvenes, adultos, credo católico y evangélico y la cárcel. Lo que se dice la heterogeneidad hecha trabajo. "Es movilizante", esa es la palabra que Elisa utiliza para definirlo. Por ejemplo, los lunes y los jueves arrancaban a las 9 hasta las 10,20 en la EPET Nº 1; de ahí tengo 10 minutos para llegar a la Alcaidía, bastante alejado y ahí estoy hasta las 12. En la tarde voy a la Escuela de Comercio. Es decir, en un solo día cumplo las tres realidades en los tres centros educativos y es muy movilizante, desgastante a veces", resume su itinerario.

La misión es enseñar y
educar más allá de todo


¿El rol docente sigue siendo el mismo más allá de la población que tiene enfrente en carácter de alumnos? "El rol docente es el mismo, solo que propone diferentes desafíos, es adaptarse, es buscar los medios. La misión es enseñar y educar más allá de todo. Es buscar las herramientas, para llegar a un chico de 11 años como a un señor de 50 o 60 que está totalmente en otra realidad". 

Elisa sostiene que a veces se piensa que es más difícil enseñar en la cárcel que hacerlo afuera y a veces no es así: "Tengo el recuerdo de la hermana Juana Moreno, ella hizo mucho tiempo pastoral carcelaria y obviamente que no me dejaba ir con ella porque era menor de edad y no podía ingresar pero lo hago en homenaje a ella", cuenta sobre los inicios.

"Ellos están privados de su libertad, están en contexto de encierro. En sus celdas es una jungla viven y sobreviven todos los días. Los que van a la escuela realmente hacen un esfuerzo tremendo de buena conducta sobre todo porque si no, no los dejan salir. Vienen a la escuela y saben lo que quieren hacer; jamás me faltaron el respeto, el afecto que tienen. A veces, es la única visita porque hay gente que no es de acá y lo familiares no van, entonces, es una visita, es una labor", cuenta Elisa sobre la experiencia de enseñar en la cárcel.

También marca las diferencias de enseñar ahí y en las demás instituciones: "Siempre pensamos a un chico de 11 o 12 años; en él, para el día de mañana, para el futuro. Pero estas personas que ya están de vuelta, tienen otro contexto. Yo lo que vi, a la mayoría le falta la Primaria y la Secundaria; y el nivel de lectoescritura es bastante bajo". 

"Muchos consideran que la educación va a salvar la sociedad. Yo, la verdad, pongo mi granito de arena, es mi trabajo y trato de hacerlo lo mejor posible. En un futuro, no sé si lograré alfabetizar a alguien, si le va a servir para un cambio rotundo en la vida, porque obviamente que intervienen otros factores, como lo que ellos están viviendo constantemente ahí. La verdad no sé pero mi ideal sería: si recuperamos a uno, si insertamos a uno, es un paso importante", resume.

Los trato por su nombre,
los miro a los ojos,
pierdo el miedo

"Esta población carcelaria que va a clases se siente libre desde el conocimiento y son tratados como personas, como alumnos. Ahí yo no les estoy preguntando ¿cuál es tu causa? o si ¿vas a seguir reincidiendo?. Los trato por su nombre, los miro a los ojos, pierdo el miedo. La primer pregunta que me hicieron cuando empecé a trabajar el año pasado fue: "Usted, ¿qué piensa de nosotros?, ¿usted piensa, como el resto de la humanidad, que somos lo peor que hay? Fue una pregunta difícil de responder, les dije: "lo voy a pensar y después vuelvo" y deja la respuesta pendiente. Ahí, en el medio. En un no-lugar que a veces hace de nexo de libertad. 

Al ingresar al CESEP Nº 25 cambia la seguridad, llegar hasta ahí es una odisea a veces y tenes que pasar varios controles, te revisan tus pertenencias. Estas dentro de una institución vigilada y estás en riego constantemente, pero a pesar de eso, a Elisa le gusta lo que hace. "Trato de no pensar, porque si no sería muy difícil el intercambio de iguales, y además sería muy difícil el ver al otro como mi alumno y no como un posible atacante", define.
Elisa sostiene que si bien los escucha, trata de llevarlos por el lado de la alfabetización siempre. "La función del docente sigue siendo la misma, cambia el contexto. A mí me gusta enseñar. No hay nada más lindo que enseñar cuando el otro quiere aprender, la predisposición, la atención te llena el alma. Es ilusión y realmente a uno le hace soñar y trabajar de manera diferente y propone un gran desafío aquel alumno que está apático, que no te mira, que te provoca".

Los lugares en lo que enseña, han logrado que ella también aprenda. Le brindaron las ganas de realizar su labor con esperanza, la misma que atraviesa rejas. "Descubro, veo en todos los lugares que somos humanos, personas y me parece que la igualdad es importante; y siempre a mí me mueve el hacer lo que te gustarían que hagan. A mí me gustaría que me miren a los ojos y me traten como persona. Trato en todos los contextos donde me toca enseñar de pararme y mirar al otro de esa misma forma", cierra. 

En "Pájaros Prohibidos", Galeano cuenta la historia de Didaskó Pérez, un maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, quien recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros y los censores se lo rompen en la entrada a la cárcel. El domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didashkó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en la copa de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas: "-¿Son naranjas? ¿qué frutas son?". La niña lo hace callar: "-Ssssshhhh". Y en secreto le explica: "-Bobo, ¿no ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas". Quizás, la educación sean estos pájaros escondidos entre ramas. Quizás, sea el trato de iguales que solo ella permite. Quizás, sea el mirar a los ojos y ver seres humanos. Quizás, sea Elisa.




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