La respuesta de los productores agrícolas no tardó en llegar. Con márgenes holgados e incentivos fiscales, se calcula que la producción de los principales granos para la campaña 2016/2017 tocará un récord histórico de 129 millones de toneladas, según las estimaciones del Ministerio de Agroindustria. Este aumento de la producción tiene un impacto positivo sobre el PBI, ya sea por consumo o exportaciones. Estas últimas, crecerían en el orden del 3 por ciento interanual según proyecciones privadas.
Asimismo, Marengo asegura que la crisis política vivida por Brasil no tendrá un gran impacto sobre la economía local: "El año pasado la economía brasileña cayó un 3,5 por ciento, y las exportaciones argentinas bajaron en US$ 1000 millones, principalmente en la industria automotriz. Pero, si se pondera esta caída de la producción sobre el crecimiento, te da que por cada 1 por ciento que cae el PBI de Brasil, el PBI de la Argentina baja en 0,2 por ciento", explica. Y finaliza: "El impacto directo es bajo".
Dal Poggetto coincide con Marengo en cuanto al reducido "Efecto Temer": "Buena parte del ajuste de la recesión de Brasil ya lo tuvimos el año pasado. Las ventas de autos, en cantidades, ya estaban a la mitad del nivel exportado en 2013, aunque es posible que caigan un poco más este año".
Ramiro Castiñeira, economista Jefe de Econométrica, calcula que el nivel de actividad estará más cercano al 2,3 por ciento, y que dicho rebote llegaría para las elecciones por el récord de la cosecha, la aceleración de la obra pública y la recuperación del poder de compra del salario. "Los 20 puntos que bajaría la inflación van a permitir un rebote en el consumo que se va a notar a partir de mayo, y es posible que el salario le gane a la inflación en los próximos meses", argumenta. El consumo, según las proyecciones del economista, tendría un saldo positivo para fin de año del 2,1 por ciento.
La "nueva Australia"
La visión que tiene el presidente Mauricio Macri sobre el futuro de la economía argentina es conocida. En varias ocasiones, el jefe del Estado distinguió al programa económico que llevó a cabo Australia en los últimos 50 años. Es que, además, el país de Oceanía tiene una estructura productiva similar a la doméstica y, sin embargo, logró crecer a un ritmo vertiginoso en los últimos 30 años.
Para sorpresa de algunos, lo hizo, en gran medida, gracias a la tracción de las exportaciones de commodities, y no de productos manufactureros. De hecho, según los datos que revela su Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio, los minerales y combustibles representaron, en 2015, el 42 por ciento de las exportaciones, mientras que los bienes agrícolas un 14 por ciento y las manufacturas ocuparon apenas otro 14 por ciento. En ese año, con un poco más de la mitad de la población, Australia triplicó el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de la Argentina.
El modelo australiano revela una segunda tendencia. En las últimas cuatro décadas, según los datos del Banco Mundial, la relación entre inversión y PBI no bajó de un piso del 23 por ciento. El gobierno australiano apostó por inyectar capital a los sectores generadores de divisas que, al igual que en la Argentina, producían commodities y materias primas. Es decir, que no sólo se invirtió mucho, sino que también de forma inteligente. El resultado fue que la minería, el agro y otros rubros como los servicios ganaron la productividad necesaria para competir durante medio siglo en el comercio internacional. Y, con este modelo, la economía australiana creció de forma genuina y sostenida, alcanzando la riqueza de países desarrollados, como Canadá.
Los anuncios de inversiones extranjeras surgidos en la última gira por Asia del presidente Macri son prometedores. Sin embargo, la realidad va a contramano de las noticias: el stock de capital no superaría, en 2017, al 15 por ciento del PBI, según estimaciones de Econométrica. Los datos de Estudio Broda marcan, en la misma línea, que el indicador alcanzó el 17 por ciento el año pasado. Mientras que, para los analistas, para iniciar un programa de largo plazo se requeriría de una tasa de, al menos, un 20 por ciento sobre el PBI anual. Para tener referencia, los Estados Unidos y Canadá tienen un total de inversiones privadas y públicas del 24 por ciento de su PBI.
"La inversión es la base de crecimiento de cualquier economía y, en el caso de la Argentina, con un 15 por ciento de ratio no alcanza ni siquiera para sostener las amortizaciones de capital", comenta, con cierta cautela, Castiñeira. Para el economista, se necesita alcanzar un stock del 25 por ciento del PBI para mantener un nivel sostenido del 3 por ciento en los próximos cinco años. "Es lo que les permitió a los países asiáticos poner un pie en el desarrollo", precisa. Los diez puntos de inversión que aún le faltan al país, según sus cálculos, significan un total de US$ 50.000 millones adicionales al stock actual.
Del mismo modo, Miguel Kiguel, director de Econviews, aclara que "para crecer a largo plazo a tasas del 4 por ciento anual, se necesita una inversión de al menos un 20 por ciento del PBI". Y aclara: "Es fundamental que el capital aumente, pero hay que tener en cuenta que venimos de un año recesivo y aún hay mucha capacidad ociosa". No obstante, el especialista asegura que se puede alcanzar tasas del 4 o 5 por ciento de crecimiento en el corto plazo sin tanta inversión, pero el problema es sostener este nivel en el tiempo.