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Crónicas Borgeanas

Anecdotario Jorge Luis Borges



El pasado 13 de junio se celebró el Día del Escritor, en homenaje al natalicio de Leopoldo Lugones, y el miércoles 14 se cumplieron 31 años de la muerte de Jorge Luis Borges, uno de los escritores más destacados de la lengua hispana. Cronopio quiere recordar a este último con un anecdotario que retrata lo mejor de su vida cotidiana, con sus polémicas declaraciones, mordaces comentarios y ocurrencias hilvanadas siempre desde ese humor tan particularmente borgeano.

# En la calle, una mujer reconoce a Borges y se acerca a hablarle. "Maestro Borges -dice-, qué placer encontrarlo. Quiero decirle algo que, espero, no lo tome a mal: sus libros me parecen aburridísimos. No sé por qué es tan famoso si escribe libros tan aburridos". Borges le aconseja: "No tiene que leerme a mí. Le recomiendo a un escritor argentino mucho más entretenido: Eduardo Mallea". Borges sentía un profundo cariño por Mallea, pero no por sus libros. La mujer se aleja y Borges comenta a quien lo acompaña: "Qué lindos títulos que tiene Mallea: 'La bahía del silencio', 'Todo verdor perecerá'". Hace una pausa y agrega: "Lástima esa manía de Eduardito de adjuntarles libros".

# Borges se encuentra con el poeta Carlos Mastronardi y, al ser consultado acerca de su cuñado, Guillermo de Torre, Borges responde que la relación va cada vez mejor: "Yo no lo veo y él no me escucha". De Torre, obviamente, se estaba quedando sordo.

# Borges visita Roma en enero de 1981. Una periodista belga le pregunta si quiere conocer al Papa. "El Papa es un funcionario que no me importa mucho", contesta Borges. "¿Funcionario de qué?", repregunta la muchacha. "Pienso que de la Iglesia Católica... aunque usted sabe que yo siempre estoy mal informado". 

# Refiere la anécdota Marco Denevi: "Un amigo mío conducía del brazo por la calle a un Borges ya ciego, y a su pedido, le lee lo que dice un afiche con consignas nacionalistas: "Dios, familia y propiedad". Borges entonces murmura: "¡Caramba, qué tres incomodidades!". 

# En un café de Buenos Aires, Estela Canto, expareja de Borges, poseedora del manuscrito de 'El aleph' (cuento que, además, le está dedicado), le confiesa al escritor que piensa vender ese original. Borges no se opone. "Pero voy a esperar a que te mueras -agrega ella- para que valga más". Herido, Borges responde con una frase ambigua: "Si yo fuera un caballero, en este momento iría al baño y se escucharía un tiro".

# Buenos Aires. 1982. El escritor colombiano Gabriel García Márquez recibe el Premio Nobel de Literatura. Borges se entera en el Departamento Central de Policía, donde, acompañado por Roberto Alifano, ha ido a renovar su pasaporte. Periodistas allí acreditados se lanzan sobre él para hacerle preguntas. "Yo pienso -dice Borges- que García Márquez es un gran escritor. 'Cien años de soledad' es una gran novela, aunque creo que tiene cincuenta años de más...". 

# Julián Barnes comenta la visión de Borges respecto de la guerra de Malvinas: "Durante la guerra de Malvinas, (Borges) nos recordó que la obligación del escritor es decir la verdad más allá de la popularidad. Es lo que hizo con su comentario, brillante y sagaz: "La Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine. Las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar".

# Borges cumple 85 años y un grupo de personas se reúne en la puerta de su casa para saludarlo. Al salir, Borges dice que acepta ese homenaje "con alegre resignación". Y los cita para el año siguiente, pero en el cementerio de La Recoleta.

# En Maipú y Tucumán, un grupo de simpatizantes de Isabel Perón descubre a Borges y lo sigue unos metros, insultándolo. Al ingresar a su casa, un periodista le pregunta cómo se siente. "Medio desorientado -manifiesta-. Se me acercó una mujer vociferando: '¡Inculto! ¡Ignorante!'".

# En un hotel de Rosario, Borges abre la canilla para lavarse las manos. Hay aire en las cañerías y el escaso chorro sale produciendo un ronquido. Roberto Alifano le pregunta: "¿Qué pasa, no sale agua?". Borges se da vuelta y responde: "Sí, pero con escrúpulos".

# Buenos Aires. 1982. Una mañana, un conocido político visita a Borges. "Supongo, señor, que después de nuestra toma de las Islas Malvinas, su opinión sobre la literatura inglesa se habrá modificado". "Sí -responde Borges-. Ahora estoy en guerra con Shakespeare y con Sherlock Holmes, y he desafiado a duelo al Dr. Johnson y a De Quincy". 

# Cuenta Héctor Yanover que durante una reunión de la SADE sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: "¿Y qué vamos a hacer por nuestros jóvenes poetas?". Desde el fondo llegó otro grito, de Borges: "¡Disuadirlos!". 
 
# Lo invitan a Borges a un gran congreso internacional de psicoanalistas y psiquiatras en los Estados Unidos, a fines de los años 60. Es el único escritor en el encuentro. Le preguntan: "Maestro, ¿cómo se siente al ser el único escritor entre tantos psicoanalistas?". Borges mira cómplice a María Kodama y se pone a reír: "En realidad, estoy entre mis pares, ¿no es acaso el psicoanálisis una rama de la literatura fantástica?".

# Principios de la década del 70. Borges es director de la Biblioteca Nacional y su ceguera, cuando hay luz, le permite apenas distinguir algunas sombras. En la antigua sede de la calle México, la escritora y traductora Clara Argibay avanza por un pasillo. De pronto advierte que, en sentido contrario a ella, avanza Borges. El pasillo es angosto. Entre la emoción y el nerviosismo, ella duda hacia qué lado correrse para facilitarle el paso al escritor. Se mueve hacia la derecha, el centro y la izquierda repetidas veces. Finalmente, logra hacerse a un lado y queda casi de espaldas a la pared. Sin desviarse un centímetro de su camino, sin cambiar de paso ni disminuir siquiera su andar, con la mirada perdida al frente, Borges pasa junto a Argibay y le dice: "El ciego soy yo". 
 
# El periodista y escritor Orlando Barone recuerda cómo fue reunir para un libro a Borges y Ernesto Sabato, que estaban fervientemente enemistados. "Fui a ver a Borges a la librería La Ciudad, en la Galería del Este, hacia fines de 1974. Empecé balbuceando: 'Sr. Borges'. Y él reaccionó: 'Dígame Borges a secas, suena mejor'. Le conté la idea y aceptó. Al rato, me preguntó: '¿Pero está seguro de que Sabato querrá hablar conmigo?'.'Sí, Borges -le dije-, ya hablé con él y también dudaba de si usted querría compartir el libro'. Y agregué: 'Para su seguridad, usted puede elegir a una persona de su confianza para integrarse a este grupo'. Borges dijo: 'No, está bien así, creo ciegamente en usted'. Y subrayó ese 'ciegamente' con marcada ironía". 
 
# Buenos Aires, 1979. Borges cumple 80 años. Roberto Alifano y otros amigos le organizan un homenaje en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines. Hay muchos invitados. Borges está sentado junto a Alifano. De pronto, el bullicio cesa. Suenan los primeros acordes en la guitarra de Roberto Grela y el bandoneón de Ernesto Baffa: "Me acuerdo, fue en Balvanera / en una noche lejana". Edmundo Rivero canta la Milonga de Jacinto Chiclana, publicada por Borges en 1965 y musicalizada por Astor Piazzolla. De pronto, la mano de Borges busca el brazo de Alifano. Lo aprieta y le dice: "Alifano, Alifano... Dígame una cosa: ¿Estoy llorando, ¿no?".


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