La fábrica de Shenzhen es la más importante de Foxconn. Allí llegaron a trabajar 450 mil personas, hasta que en 2010 estalló un escándalo internacional cuando se reportaron 18 intentos de suicidio -14 muertos entre ellos- de trabajadores que se arrojaban al vacío desde los dormitorios, en protesta por las deplorables condiciones laborales, que incluían jornadas interminables y supervisores que imponían multas y castigos por pequeños errores e incumplían promesas de beneficios.
La respuesta del CEO de Foxconn, Terry Gou, encendió más los ánimos: decidió poner redes al costado de los edificios para contener a los cuerpos que caían en los intentos de suicidios. Además, obligó a que los trabajadores firmasen un compromiso por escrito de que no intentarían suicidarse.
Steve Jobs dijo por esos días que la empresa se estaba "ocupando del tema" y que la tasa de suicidios estaba "dentro del promedio nacional" de China. Desde entonces, la empresa dijo haber tomado medidas para mejorar en algo el ambiente laboral, pero no se supo más del tema.
El cronista Brian Merchant viajó hasta el lugar junto a un colega chino, al que prefiere llamar Wang Yang. Un taxi los dejó frente a la fábrica y enseguida se toparon con un grupo de ex trabajadores. "No es un buen lugar para los seres humanos", les dijo uno de ellos, que trabajó allí durante un año. "No ha habido mejoras desde las denuncias en los medios", agregó Xu. Él y un amigo relataron jornadas laborales de 12 horas, jefes agresivos y promesas de paga doble de las horas extras que nunca se cumplieron.