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EN EL SAN MIGUEL, SAN JUAN DICE QUE SÍ

La tradición de un pueblo se hizo eco en la calle con el arte y el juego. La noche se vistió con la luz del fuego. Don Coco, los hinchas de Chacra, familias del barrio, amigos lejanos y un Cronopio, celebraron juntos en una misma cuadra. San Juan dijo sí.



Niños y grandes bailando y corriendo, mucha gente sonriendo. Muñecos hechos de trapos colgados a mitad de la calle, banderines de colores que cruzan la vereda. Un payaso que inventa números cada diez o quince pasos. Un escenario llegando a la esquina, que espera vacío entre luces de colores, a una banda y luego a una murga. Todo pasa en la noche de San Juan, en un abrir y cerrar de ojos.

La escena transcurre en el barrio San Miguel, el histórico y tradicional escenario de las fiestas vecinales. Sobre la calle Arenales, entre Jonas Salk y Río Uruguay, en la cuadra de Don Coronel, sucede la magia. La misma cuadra que marca el límite de la rivalidad entre clubes: "Pasando la Uruguay, son todos de Sol de América; de este lado, estamos los de Chacra Ocho", explica un hombre que nació y creció allí.

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Cada 23 de junio a la noche, en varias ciudades del país y del mundo, se celebra la Fiesta de San Juan, que marca la fecha en que, según la Biblia, nació San Juan Bautista. Los textos sagrados dicen que Zacarías mandó encender una hoguera para anunciar a los cuatro vientos el nacimiento de su hijo Juan. En este marco, no es casual que el principal elemento de la celebración sea el fuego purificador.
En Formosa, son varios los rincones donde cada año, desde la alegría, la creatividad y el misticismo, pero sobre todo con fe, se le pide a San Juan que diga que "sí" y traiga al pueblo salud, dinero y amor. Sin embargo, la fiesta del San Miguel es especial, la gente llega desde otros barrios a ver a Don Coronel, más conocido como Don Coco, cruzar por la brasa ardiente a medianoche.

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Este año, por primera vez, la fiesta es en la calle y la fogata se prende en la vereda de Don Coco. Se corta el tránsito, se custodia la celebración con personal policial y gracias al trabajo y la colaboración de los vecinos, a la insistencia y dedicación del espacio de arte independiente La Mandinga, y al apoyo de la Municipalidad, el San Juan del San Miguel - de los de Chacra- es un éxito. 

Hay alegría en los rostros, cuerpos que se mueven libres, bailando y cantando. Se junta la gente del barrio, se saludan y charlan porque se conocen de siempre. Algunos, primerizos que vienen de otros puntos más lejanos, lo miran todo con ojos enormes. Unos cuantos se enteraron del evento por redes sociales. La misma noche, en la misma cuadra se encuentran Virgen del Luján, 2 de abril, Venezuela, Don Bosco, La Pilar, San Martín, Coluccio, Illía, y quien sabe qué otros barrios más.

Desde su silleta, rodeado de parejas amigas, Celestino comenta mirando a su alrededor: "Es hermoso, algo muy lindo para el barrio. Me fui a mis 31 años pero siempre me pego una vuelta porque mis padres viven aquí". En tanto, una mujer que come empanadas recién compradas de un puesto de comida improvisado, cuenta a los gritos: "¡Si! El San Juan es nuestra tradición, y la del barrio es verlo todos los años a Don Coronel cruzar por las brasas".

Las veredas están repletas de gente, y la circulación se hace difícil, aunque a nadie le importa. No hay nada que apague el fuego de la alegría. El paisaje es tan colorido que atrapa, y es sabroso: a las empanadas se le suman las hamburguesas, a precios populares, elaboradas por un grupo de señoras de barrios vecinos. Gaseosa, cerveza, y el mejor mbeyú elaborado por la profesora Nilda Patiño, quien además, al mando del micrófono, se encarga de conducir la noche. 

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"Según los policías hubo más de cuatro mil personas, yo creo que sí", estimó el Don Coronel, al finalizar la ceremonia. Don Coco es bajito y canoso, es hincha de Chacra y de Boca.Tiene una mirada sincera y sonriente y viste una remera blanca que en el pecho dice "Municipalidad de Formosa, Jorge Jofré" y "Feliz San Juan", en la espalda. Hoy, a sus 83 años, sigue siendo el broche de oro de la noche: "Aprendí a cruzar por la brasa a los doce, trece años: allá por los años 40, cruce por primera vez en la fiesta de San Juan que se hizo donde actualmente se encuentra el Sanatorio Lelong, bajo unos algarrobos y una planta de tala. Luego, cruce aquí en la calle Almirante Brown y la Arenales, así seguí y partir de entonces me hice devoto y tomé como protector a San Juan", relata.

A Don Coronel lo mueve la fe. "El año pasado tuve que ir a pasar fuera de mi barrio. Llegaba el 20 de junio y yo estaba desesperado porque no tenía dinero para organizar la fiesta y tenía a mi señora enferma. Pensaba: 'no vaya a ser que no pueda pagar la promesa al señor San Juan'. En eso, vino apareciendo una periodista para el día 21, que quería hacerme una nota. Ella me dijo que iba a buscar dónde pasar y me llevó hasta Villa Jardín. Era un camino de ocho metros por uno y medio, todo encendido. Pasé por ahí. Ahora, acá está mi señora ahora", la señaló con todo el cuerpo y enfatizó orgulloso: "Espectacular está".

Su señora, de la misma edad, estuvo grave a causa de un tumor en el pecho y fue operada. Él confió en San Juan, le pidió salud y cruzó por el fuego. Según Don Coco, eso es lo más importante: caminar sobre la brasa. Lo demás, el palo enjabonado, los juegos, las presentaciones artísticas, son piezas necesarias para entretener - y unir- a la gente presente, mientras se prepara la fogata. "Si vos tenés fe, si trabajas la mente y el corazón, no te quemás. Si tenés miedo, no podés pasar. La fe tiene que ser total", expresó. Esta vez, fueron cinco los valientes. 

Cada uno de los presentes participó de la celebración de una manera diferente: Toni, Nahuel, Franco, Ignacio, Miguel, son alumnos del sexto año del Colegio nacional, y desde la cátedra de Industria cultural, de la Modalidad de Arte y Diseño, organizaron varias actividades para la noche de San Juan. Algunos juegos, como la carrera de embolsados, la cárcel, la vela y también confeccionaron uno de los muñecos que se quemarían en el juego de Judas: "En la medida que se va armando el muñeco con trapos y diarios, hay que depositar en él, todo lo que queremos que se vaya de nuestras vidas, las malas vibras, las penas, los malos hábitos. Una vez que lo que quemamos, luego de las doce, nos purificamos", explicó Tony.

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El barrio San Miguel tiene una cultura alegre. Esa noche fue una representación fiel. Debería imitarse, debería expandirse más allá de las avenidas que lo rodean. Pero, según Don Coco, lo que traba es la pereza de la gente para organizar las cosas. "A mí, sin embargo, me encanta. Disfruto ver a los niños contentos y participando. Lo mismo sucede en carnaval, donde con mi hijo y mi sobrino sacamos piletones a la calle y jugamos entre vecinos, o en navidad y año nuevo, que hacemos una fiesta de despedida del año", dijo sin poder esconder su emoción al recordar al montón de criaturas entusiasmadas que asisten y revitalizan la cultura.

"Es importante la historia y la tradición de un pueblo, de un barrio. Es importante trabajar para que exista continuidad", reflexionó y agregó orgulloso: "Yo creo en todos los santos pero soy devoto de San Juan, el señor es mi protector, y acá estoy, como me ves", cierra, hasta el próximo San Juan.







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