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Ser desilusionados



¿Quién no ha sido desilusionado alguna vez? Todos. Por lo general, primero tenemos una ilusión y, de repente, llega una desilusión. Pero es importante salir de esta porque, si no salimos de la desilusión, puede surgir la depresión. La vida consiste en: una ilusión, una desilusión y una nueva ilusión.

¿Qué actitudes nos provocan desilusión? Veamos...

La traición. Cuando alguien nos traiciona, no se cumple un ideal. Ya sea que se trate de una relación de amigos, de pareja, etc. Puede ser algo implícito o explícito que no se respetó. Entonces la persona se siente traicionada y su dolor es muy grande. Este último se atraviesa en tres fases:

1. Dolor. "¡Nunca me imaginé que me iba a pasar esto!".

2. Desconfianza. "¡Todos son iguales!".

3. Control. "¡Nunca más me va a pasar esto!". Quien ha sido traicionado queda fuertemente marcado con la necesidad de controlar a los demás y no puede confiar, ni relajarse, ni entregarse totalmente. En el fondo, necesita controlar no solamente el mundo interno, de emociones y pensamientos, sino también lo que sucede en el mundo externo.

El rechazo. Ser rechazado es muy violento a nivel psicológico porque significa: "¡No te quiero!"; "no tenés derecho a existir!". El rechazo toca el ser. Por esa razón, algunas personas tienen intento de suicidio y sienten una gran tristeza hacia la vida, un gran vacío existencial. Sobre todo, cuando alguien significativo los rechazó. Hay rechazos directos ("No servís", "ya no te amo", etc.) y sutiles o indirectos, que son más inconscientes. Pero sea como sea, siempre trae consigo una desilusión grande y mucha ira. El rechazado posee una gran dosis de hostilidad. Hoy se sabe que uno de los componentes más importantes que desencadenan infartos es la hostilidad. Quien guarda hostilidad se va envenenando de a poco.

El abandono. El mensaje del que abandona es: "Te quiero pero no puedo tenerte conmigo", lo cual es distinto del rechazo. En el rechazo: "puedo tenerte pero no quiero"; mientras que en el abandono: "me gustaría tenerte, pero no puedo". La persona abandonada se hace codependiente a nivel afectivo. Como resultado, va a idealizar y a asfixiar a su pareja. Es alguien que se olvida de sí mismo para ayudar o cuidar al otro y tiene la sensación de que la vida sin ese otro no tiene sentido.

La humillación. Somos humillados, cuando se burlan de nosotros, cuando nos descalifican, cuando nos agreden, cuando nos hacen sentir que no valemos nada. 

En las relaciones interpersonales es fundamental explicitar lo que esperamos de la otra persona. Muchas veces tenemos expectativas indirectas y, cuando estas no se cumplen, nos sentimos lastimados y desilusionados. La mayoría de la gente da hasta donde puede pero hay un tramo de dolor donde nadie nos puede acompañar. Por ello, es bueno liberar a los demás de nuestro control.

Lo ideal para no sufrir desilusión, es bajar las expectativas que tenemos hacia los demás. Tal actitud eleva nuestra propia capacidad y nos convierte en personas "libres de la gente".


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