La "emoción violenta" que surgió en un principio como hipótesis para el doble crimen de la fábrica de hielo en la ciudad de Córdoba empieza a desdibujarse con los nuevos datos que se suman a la investigación. La aparición de una carta que el asesino José Gustavo Suárez habría dejado antes de cometer la masacre sugiere que se trató en realidad de un plan premeditado.
La misiva fue encontrada en su departamento del barrio San Fernando y estaba dirigida al hombre que se lo alquilaba. En ella le advertía que pensaba hacer algo "drástico" y que por ese motivo no iba a volver "por un tiempo". Unos 20 años, le escribió y después le pedía disculpas "por las molestias ocasionadas".
Convencido de que su ausencia iba a perjudicar inevitablemente al locador, en el mismo mensaje por las deudas que quedaran pendientes le ofrecía como compensación que se quedara con sus pertenencias de mayor valor: el lavarropas y la heladera. Sólo le encomendaba que donara su bicicleta.
Después, salió rumbo a la fábrica a vengar las supuestas burlas de sus compañeros de trabajo. Llevaba el revólver calibre 32 y, por si no fuera suficiente, una tijera. No dejó nada librado al azar y por eso ahora creen que los asesinatos fueron planeados.
En un orden que todavía no pudieron determinar, ejecutó a balazos a Hugo Rojas y su hijo Damián, y le clavó en el cuello la tijera a Hugo Herrera, el único sobreviviente de la matanza. Según la versión de la policía, Herrera alcanzó a contar que se había "hecho el muerto" y que Suárez, después de herirlo, pasó junto a él y lo pateó.
El testimonio de este hombre será clave para definir la suerte del detenido, que fue imputado por homicidio reiterado agravado por el uso de arma de fuego y se encuentra alojado en la cárcel de Bouwer.