Hilario Tanaikin, profesor en Lengua, nieto del fundador de la comunidad de Churcal, evocó emocionado y con nostalgia la transformación del extremo oeste, sobre todo al recordar su dura infancia.
Relató que su abuelo Juan, en el año 1970, luego de que los pobladores dejaron de habitar las costas del río Pilcomayo a partir de las inundaciones, se radicaron en esta zona del departamento Bermejo. Sobre todo, subrayó la fortaleza y compromiso del gobierno en no decaer y trabajar en forma permanente para asegurar el ingreso de las aguas del río Pilcomayo y proteger a las comunidades de sus desbordes, como la de él y otras de la zona.
"Yo me preguntaba, medio enojado, qué fue lo que le llevó a fundar la comunidad en esta zona tan agreste, con tanto calor, arenales, bichos peligrosos y sin agua. Pero luego, cuando las aguas fueron avanzando más y terminaron inundando parajes cercanos, pero no Churcal, me di cuenta de que la sapiencia del abuelo hizo que se eligiera este terreno alto, que uno no se explica cómo lo sabía en aquellos años donde la tecnología para determinar esto era inexistente", refiere.
Dijo no coincidir en muchos aspectos con quienes afirman que todo tiempo pasado fue mejor, relatando las extremas carencias de su infancia. "Nuestra escuela de adobe era hecha a mano con barro y estiércol de animales y cada cinco o seis meses se caía y había que levantarla de nuevo. Nosotros, con nuestras manos alisábamos el revoque de las paredes. A nuestra escuelita, allá por el año 1983 llegó por primera vez un maestro (Agustín Villalba, de Pirané)", rememoró emocionado.
Expuso lo complejo de relacionarse ante la resistencia de su abuelo y otros mayores de hablar castellano y la desconfianza en el blanco, por más que fuera el maestro. "No había educación bilingüe, nada de nada, una total miseria", afirmó.
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