Sebastián Stul es profesor de Lengua y Literatura, según comentó a La Mañana, y decidió montarse a esta aventura, junto a su esposa Celeste -también docente- y su hijo Camilo de seis años. "Esta es nuestra experiencia y surgió ante la necesidad de bajar un cambio, intentar parar un poco el ritmo de la vida, disfrutar de cosas puntuales, repensar qué hace uno con la vida", explicó.
Recordó que "antes tenía un auto moderno, iba rápido como en mi ritmo de vida, con ambición, que es algo común en las personas, buscar capitalizarse. Pero se deja de lado otras cosas importantes y más simples. Ahora, viajamos en un Ford 'A', que va lento y encima se rompe a cada rato", metaforizó.
Son de Santa Clara del Mar y ya llevan tres meses viajando y conociendo distintas localidades; anduvieron por el oeste de Argentina, llegaron hasta Bolivia y volvieron al país, recorrieron toda la ruta 81 hasta dar con la capital formoseña y tienen pensado continuar por Paraguay. Avanzan al paso de un auto antiguo que, si bien presenta complicaciones que entorpece el recorrido, forma parte de la aventura.
"El hecho de que el auto fuera incómodo te obliga a salir, a caminar, a socializar. Además, la gente se simpatiza mucho con el auto y eso genera cosas muy lindas en algunos, despierta nostalgia. Lo malo es que al ser un modelo viejo consume mucha nafta, es costoso para viajar, por eso solemos quedarnos en alguna estación de servicio y vendemos unas camionetitas para armar, para solventar algunos gastos. Lo bueno es que las personas nos ven y se acercan, y muchas veces encontramos almas caritativas que nos reciben. A veces el auto se nos queda y tres personas te ayudan a empujar, así conoces al mecánico del pueblo, te hacés amigo y terminás comiendo un asado con todos", narró Sebastián.
El viajero admitió que "al primero no fue fácil separarse de la vida común, con la televisión, el aire, el lavarropas y las cosas que brindan comodidad", y dijo: "A veces parecen imprescindibles, pero resulta que no lo son; sólo son prácticas, ya que nos permiten ahorrar tiempo, para seguir haciendo otras cosas, en nuestro ritmo de vida apurado".
En cuanto a la experiencia de viajar sin apuros, espontáneamente y en familia, reflexionó: "El viaje es una escuela excelente. Uno aprende de idiomas, de historia, de arte rupestre, aprende de sabores, de cultura, de la gente. Las vivencias en otros lugares enseñan del clima, los animales, lo que se cultiva. No es algo estático, más bien es interactivo".
Los Stul tienen una página de Facebook donde realizan una crónica de su viaje "argentinafordalaska"; aunque si alguno desea escucharlo en vivo, informaron que por unos días, hasta que logren solucionar un problema del motor del auto, o hasta que el calor formoseño los ahuyente, estarán en la estación de servicio ubicada sobre la avenida Pantaleón Gómez.
"Hay muchos miedos y muchos prejuicios que impiden a las personas vivir de una manera diferente, pero hay que animarse y hacer lo que uno se proponga. Debemos pensar qué nos gusta, qué nos dará felicidad y darle para adelante", concluyó Sebastián.