La cadena productora de ladrillos se mantiene frenada desde hace casi dos años debido a que la comercialización se convirtió en un verdadero cuello de botella y lo más preocupante para todo el sector es la falta de señales de reactivación de la obra pública en la provincia.
Alberto Villagra es uno de los tantos vendedores que tiene su camión en la avenida Pueyrredón, casi avenida Néstor Kirchner, y la realidad que describe es desesperante. "Cada vez estamos peor porque no tienen salida. El que nos compra es el particular pero pide de a 300, 500 y hasta 1.000 ladrillos. En casos excepcionales, viene uno y quiere 2.000", comentó Villagra a
La Mañana.
Por lo general, los ladrillos provienen de San Francisco del Laishí, Pirané, Villa Dos Trece, Palo Santo y El Colorado, con la diferencia que una carga de entre 5.000 y 8.000 ladrillos que hasta mediados de 2015 se vendía en uno o dos días, ahora permanece en los camiones por más de una semana.
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