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Un hombre fabrica y vende macetas para alimentar a los animales que rescata del abandono

A donde va atrae las miradas por sus acompañantes en moto: su perro "Chiquito" y su gallo "Toki". De cachorros aprendieron a equilibrarse en ese medio de transporte



"Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado", 'El Principito', Antoine de Saint-Exupéry.

Historias de Vida de este lunes cuenta las vivencias de Ramón Sandoval, un alfarero y changarín que dedica lo poco que gana para alimentar a sus animales rescatados de una muerte segura, luego de que sus dueños los abandonaran.

Nació el 25 de noviembre de 1971 en Clorinda. Sus padres se llaman Modesto Sandoval y Victorina Brizuela. Tiene siete hermanos: Jorge, Walter, Sonia, Roxana, María, Celia y Gladys.

Realizó sus estudios primarios en la Escuela Nº 136 del barrio Simón Bolívar y secundarios en la Escuela Nº 30, también del Circuito Cinco.
Es soltero y tiene una hija de 13 años que se llama Noelia.

Durante casi toda su vida vivió en el barrio Simón Bolívar y hace un mes se trasladó al San Antonio II, en una precaria casa ubicada cerca de una chanchería, para instalar su emprendimiento de alfarería.

Antes de su actividad actual realizó todo tipo de changas para sobrevivir. Hace cinco años un amigo lo introdujo en el arte de elaborar maceteros exteriores en cemento y luego pintarlos. Allí encontró una actividad de su gusto y que le otorga un sustento para el día a día. 

Si bien es un hombre solo, tiene 8 amigos inseparables que cuidar y alimentar, porque así lo decidió. Ellos son sus perros: Chiquito, Lobi, Blanquito, Nene, Tigre, Colincha y Yuli. Y su gallo "Toki", un gordo y copetudo compañero que anda por la casa como uno más y hasta sube a la cama para despertar a su dueño.

A todos ellos los salvó de un destino de sufrimiento y muerte. A Blanquito, un perro pequeño, lo atropellaron y sin miramientos lo arrojaron en un basurero. Sandoval lo vio, lo rescató y lo curó como pudo. El pobre animal quedó con una pata inmovilizada de por vida, pero respira, y encontró en ese hombre un cuidador. 

También relató el caso de Colincha, que cuando era cachorro lo ataron en un pozo, en plena lluvia, esperando que se ahogue.

Otros de sus animales fueron atropellados y abandonados en la calle y otros tantos fueron tirados en cajas selladas en los basureros.

Sandoval asegura que el amor que expresan los animales, sobre todo los perros, es el más incondicional que existe. "Ellos no te piden nada, sólo cuidado y cariño, después son siempre fieles, compañeros, protectores. Yo me desilusioné de las personas y encontré que los animales son los únicos que no te fallan", dijo.

Pobreza

No resulta fácil para Sandoval alimentar y curar a todos sus animales. Explica que la situación económica está cada vez más dura pero que a la hora de dar de comer a sus animales no tiene prejuicios en ir al basurero a buscar "algo que sirva".

"Me cuesta mantenerlos porque soy pobre pero eso no es motivo para no darles de comer, me voy al basurero municipal y rescato para su comida, no se dan una idea de la cantidad de carne y alimentos que se tiran", expresó.

Luego de historias de desilusión que marcaron su vida, está convencido de que "el amor de un animal es más sincero, más verdadero y no tiene resentimientos".

Sandoval contó que por cuestiones de la vida, por el trabajo, por tener que realizar changas para ganar el sustento familiar, lo alejaron de lo que tendría que haber sido su carrera: Veterinaria. Esa idea era tan improbable, que jamás volvió a pensarla. Pero su amor por los animales, por el contrario, fue creciendo con el paso de los años y de las secuelas que dejaron algunas relaciones humanas.

Atracción

Este hombre, a donde quiera que vaya en moto, lo hace acompañado por su perro Chiquito y a veces por su gallo "Toki". El primero tiene 14 años, está muy anciano para su especie pero nada impide que acompañe a su dueño. Ni bien escucha el rugir del motor de la motocicleta se queda alerta. Una vez que su dueño se dispone a salir, el perrito -que por su vejez ya no salta como antes- pide ser alzado. Inmediatamente se ubica detrás del conductor y allí permanece durante todo el viaje, parado, haciendo equilibro mientras su dueño hace maniobras en la moto. En los semáforos, no duda en acostarse a descansar.

Con tan particular acompañante, quien los observa queda asombrado. Muchos sólo miran, otros sacan fotos con sus celulares y quienes se animan se acercan y le preguntan al hombre cómo logró esa proeza. "El -por Chiquito- no se quiere separar de mí, así que se amañó para aprender a andar en moto conmigo", cuenta con naturalidad Sandoval.

Con respecto al gallo "Toki", convive con él y sus perros con total naturalidad. Incluso no tiene miedo a la hora de salir a pasear en moto. "El es re tranquilo, eso sí, anda medio confundido porque piensa que cualquier especie puede ser su novia", contó entre risas.

La necesidad de un mejor trabajo


Sandoval expresó que sería una "gran bendición" que lo tengan en cuenta para un trabajo seguro que lo ayude a estabilizar su situación económica. Aseguró que sabe hacer de todo y que aprende rápido. "Me vine a vivir al San Antonio II porque donde estaba no podía vivir con tantos animales, lo único que espero es que el Señor me bendiga con un trabajo mejor para seguir ayudando a los animales y para vivir mejor", expresó.

Para cerrar, reflexionó: "Creo que se hizo mucho en Formosa, hay un poco más de conciencia porque mucha gente quiere hacer algo por los animales pero obviamente falta mucho más, cada día vemos el abandono de los animalitos, los largan a la muerte segura del animal, y falta más gente que castren, que estén al servicio de los animales. Duele mucho ver cuando tiran a los animales en bolsas o no los castran pero eso también pasa porque mucha gente no puede pagar los costos veterinarios. En el basural hay miles de animales en pésimo estado, todos ellos necesitan de la ayuda de las personas".






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