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La Navidad desde los barrios

Lo particular, lo que ya no está y se extraña, los recuerdos y las nuevas anécdotas: esta Navidad tuvo de todo, un poco. La crónica de la celebración desde adentro



"Navidades eran las de antes", argumentan algunos nostálgicos y hablan de la mesa grande en el patio o en la calle, las fuentes amplias de sopa paraguaya entre otras especialidades de las madres cocineras, el cordero y el clericó; añoran los festejos entre vecinos y una sensación de seguridad desapercibida mientras los niños del barrio se juntaban en alguna esquina, para explotar "chaski boom" y prender estrellitas. Las costumbres de Nochebuena fueron mutando con el avance de la ciudad, pero son "esas cositas simples" -como dirá una mujer del Villa Lourdes- las que se perdieron.

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Antes, era ritual que cada vecino saque su mesa a la calle y se arme una sola, larga y completa, entre todas las familias. Lo hacían en el San Miguel, en el Villa del Rosario, en los playones del 2 de Abril, en el Eva Perón, por nombrar algunos barrios. Hasta que algo pasó, o alguien se fue, y esos vínculos se deshilacharon. Bien lo ilustró Mirna Melnicov, con el recuerdo de su infancia en el barrio Eva Perón: "Cuando era pequeña, en mi barrio se hacía una comilona con baile. Para los más chicos era una alegría inmensa. Lamentablemente, se acabó después de que dos años seguidos terminó con una gresca con heridos y detenidos. Muy triste. Por ciertas diferencias entre los adultos, cada familia empezó a celebrar en su casa, por su parte, pero los niños no veíamos la hora de salir a la calle", expresó.

Como ella, desde distintos puntos de la ciudad, otras personas relataron su historia, con semejanzas y diferencias. Algunos determinaron que la Navidad se pasa en la casa de los abuelos, por tradición. Otros hablaron de las comidas, del reemplazo del clericó por la ensalada de frutas con helado, del lechón, el chivo, el cerdo, las ensaladas agridulces, la sidra y la granadina; recordaron la escena: sentados entre primitos, en el cordón de la vereda, mirando el show de fuegos artificiales que les regaló un vecino adinerado; la repartija de regalos de la mano de los más chiquitos, la tía que se disfrazó de Papá Noel, los repetidos chistes del abuelo, los saludos a las doce de la noche, los llamados telefónicos, los abrazos, los perdones y la ronda de buenos deseos.

"Nosotros sólo esperábamos la fiesta familiar. Los abuelos presidían la mesa tendida en el patio, al cual se lo acondicionaba regándolo a la tarde para disimular el calor. Los platos del juego, las copas que nunca se usaban y la variedad de comida traída a la canasta por los invitados eran parte infaltable de los pormenores del encuentro. Todo era algarabía, risas y recuerdos de fiestas pasadas", describió Fernando Casals las navidades en el barrio San Martín y honró los saludos a las doce, tras "el pito de la fábrica", que se extendían hasta los vecinos. 

"Asado, sopa paraguaya y clericó. Todo sigue igual en la casa de doña Rosa", así resumió un vecino las navidades del barrio Liborsi. "Doña Rosa es mi vieja, todos en el barrio la conocen. Cuando era más chico, éramos muchos, pero crecimos, algunos partieron y otros tomamos caminos diferentes", comentó Walter y antes de afirmar que las navidades allí hoy son más familiares que barriales, determinó: "Antes había más interacción entre todos, ahora son cada vez menos los que se juntan a las 12 para saludarse y brindar. El barrio creció y nos vamos volviendo desconocidos, hay tantos niños que no sé hijos de quiénes son. Sólo los más viejos nos conocemos". Con ello contó que el año pasado, su cuñada salió vestida de Papá Noel a repartir dulces a los niños, después de medianoche. Visitó a los vecinos y de alguna manera repartió, también, espíritu navideño.

Como estas anécdotas hay varias; un señor del barrio San Martín recordó la década del '60, cuando él era un niño y Formosa tenía apenas unas cuantas manzanas y calles de tierra: "El Padre Ortuondo tuvo una idea. Los Padres llevaban a la iglesia Don Bosco los regalos en cajas y bolsas y ellos, a las doce del 24 de diciembre, salían desde la Iglesia a caballo con la banda del colegio y los repartían casa por casa. También lo hacían para Reyes. Cosas que se fueron perdiendo con el tiempo y que gracias a Dios, a mí me tocó vivirlas", expresó Juan Carlos. "Es más -agregó sonriendo- me tocó vivirlo desde la zanja; tal era la emoción de sentir la llegada de la banda en la oscuridad de la noche, los vecinos que salían a verlo, que en el medio de todo el barullo pasó un gran perro a mi lado y me tiró a la zanja que había frente a mi casa".

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En cada barrio, cada familia recuerda costumbres de antes, rescatan las que permanecen y se preguntan por qué algunas desaparecieron. Pero, por encima de los detalles que se fueron perdiendo, de la añoranza de algunos y el lamento de aquellos que no pudieron experimentar la experiencia de sacar la mesa en la calle, a pesar de los regalos que cada vez son menos en un árbol que parece estar creciendo, de que la selfie le ganó lugar a los juegos navideños, en una mesa grande, en una chica, con los amigos, solos o en familia, en cada barrio y en cada casa, la Navidad llegó como siempre, con el aroma de lo simple y el sonido de la paz, del perdón y la unidad.



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