Pero hay un número incómodo: el empleo formal no repunta.

El Indec entregó esta semana los últimos datos de empleo, en el informe sobre generación del ingreso e insumo de mano de obra correspondiente al tercer trimestre de 2017. El organismo oficial contó 20,52 millones de puestos de trabajo en la economía, que significan un crecimiento interanual del 1,9 por ciento.

De acuerdo con las estadísticas oficiales, se crearon 391.000 puestos de trabajo. Pero más de dos tercios de ellos fueron informales o "no asalariados", es decir, cuentapropistas. El empleo asalariado formal creció apenas 0,9 por ciento en el año de la recuperación económica: 94.000 puestos. El trabajo en negro subió más: 2,2% o 106.000 empleos. El cuentapropismo, en tanto, proliferó: 192.000 personas más que hace un año encontraron ingresos por esta vía, lo que representa una expansión del 4,1 por ciento.

Los datos de empleo privado registrado del Ministerio de Trabajo llegan hasta noviembre y muestran una señal alentadora: el empleo industrial dejó de caer. Según los indicadores, el trabajo manufacturero expulsó trabajadores: cayó 1,9% interanual en los aglomerados urbanos del país. Esa baja estuvo compensada por la construcción (12,8%), el comercio (2,3% y los servicios 1,7%). En términos generales, el empleo creció 1,6 por ciento en un año en las ciudades.

La consultora Manpower preguntó en 801 empresas si preveían incorporar personal en los primeros tres meses del año. Un 13 por ciento tiene pensado aumentar su dotación de personal, mientras que el 79% no vislumbra cambios. La cifra es similar a la de hace un año. Sin embargo, las respuestas son más positivas cuanto más grande es la compañía: en las firmas de más de 50 trabajadores, las perspectivas de expansión son del 18 por ciento y en las de más de 250 empleados llegan al 19 por ciento. Los sectores más optimistas son el de la construcción y el de las finanzas.

¿Qué falta, entonces, para que el empleo registrado se despierte? Principalmente, un crecimiento sostenido.

"El punto fundamental es que, para generar empleo, hay que crecer. Y cada vez hay que crecer más, porque la elasticidad empleo-producto es más alta en un país con salarios medios, como el nuestro", dice economista y Diego Coatz, director ejecutivo de la Unión Industrial Argentina (UIA).

Daniel Schteingart, doctor en sociología e investigador de la Universidad de San Martín, agrega: "Lo que más mueve la aguja es el ciclo económico, pero también la calidad del crecimiento". Y, al analizar la información del Indec, sostiene: "Los datos muestran una precarización del mercado laboral. Todo lo que tracciona es empleo en negro o cuentapropista".

En ese sentido, la expansión de 2017 -que para el Gobierno rondó el 2,9%, aunque faltan datos oficiales- puede leerse como un rebote, luego de la recesión del año previo. Y ese retroceso, sumado a cierta apertura económica, perjudicó más a las industrias intensivas en empleo, como la textil y la del calzado.

"Hay que pensar políticas para mantener (el empleo) en la transición en los sectores intensivos en el empleo. El textil, el calzado y la indumentaria suman 150 000 empleos en blanco. Son más que todos los del sector primario", dice Coatz. Se estima, además, que esos sectores emplean a otras 200 000 personas en negro.

Para el Gobierno, hay cuestiones estructurales que atentan contra la generación de empleo. "El empleo formal (en el sector privado) está estancado en 6,2 millones de puestos. Hay un problema de competitividad sistémica", analiza una fuente oficial. El diagnóstico es el que sigue: "Hay un alto costo de financiamiento, altos costos logísticos, altos costos laborales no salariales que ponen al país como el de mayor diferencia entre salario de bolsillo y lo que paga el empleador en América Latina, y está la industria del juicio que se agregó en el anterior Gobierno y que la ley de ART disminuyó muchísimo; ese es un gran obstáculo a la formalidad", agrega un funcionario encargado de buscar mejorar la competitividad de las empresas.

En la visión oficial, el paquete de leyes y normas que impulsó el Gobierno en el último tiempo debería favorecer la contratación de personal. La ley Pyme redujo costos de las empresas pequeñas y medianas. La reforma tributaria dispone una disminución gradual de los costos laborales hasta eximir de impuestos los primeros 12.000 pesos de salario. La ley de ART limitó los reclamos que pueden realizarse a las empresas en casos de accidentes laborales. Y faltan las distintas facetas de la reforma laboral: el blanqueo y los cambios que impulsa el Ejecutivo en los distintos convenios colectivos.

Por último, sostienen, habrá que aggionarse al recambio tecnológico, que implicará más empleos en los sectores de servicios y menos trabajo industrial directo. No será un cambio poco traumático.

El economista Eduardo Levy Yeyati lo resumió en una columna que publicó en La Nación la semana pasada: "No hay que perder de vista que el país tiene que crear trabajo para sus trabajadores, adultos de calificación media y baja que no volverán a la escuela. El boom de la economía del conocimiento difícilmente absorba a los migrantes de la industria textil".