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Aislada

Columna de opinión del doctor Benjamín Fernández Bogado



El rechazo peruano a Venezuela de participar en la próxima Cumbre de las Américas en Lima es una avanzada más en el aislamiento que sobre ese país caribeño se cierne. La población ya se adelantó a la ilegal convocatoria electoral del próximo 22 de abril votando con sus piernas y huyendo como se pueda hacia territorio colombiano y otras latitudes.

Venezuela se está quedando sola, aislada y cada vez más autoritaria. La comunidad internacional se ha visto forzada a castigar el régimen de Maduro empeñado en gobernar por la fuerza y contra la voluntad mayoritaria de su pueblo, al que oprime con violencia, exilio y muerte. Por un lado, es un acto justo, pero por el otro perjudica aun más a la ya castigada población venezolana, que alguna vez creyó en su "revolución bolivariana". Se vienen tiempos de resistencia interior, represión gubernamental y mayores calamidades para ese país que tiene todo para ser próspero pero que lentamente va camino a convertirse en una nueva Cuba en territorio sudamericano.

Los que creyeron en las promesas y gestos de diálogo y acercamiento se han equivocado. Los que afirmaban su credo en la revolución participativa se han quedado sin argumentos cuando se negó al pueblo la posibilidad de desembarazarse por la vía de los comicios del Gobierno opresor de Maduro. Estamos asistiendo a la "africanización" de ese país, que dio un Libertador que hoy se levantaría contra los tiranos que han vulgarizado su memoria al punto de convertirla en un fetiche intrascendente. La bonanza económica del petróleo que sostuvo a Chávez primero y en parte al fantoche de Maduro es hoy historia y los proyectos de integración basados en la expoliación de sus recursos sólo han servido para volver multimillonarios a la rosca gubernamental, entre quienes los militares se han vuelto vitales para sostener la dictadura.

El aislamiento de Venezuela es también un grave error compartido por aquellos gobernantes que creyeron que se podía ser democrático y autoritario al mismo tiempo, que las formas eran suficientes para mantener la imagen de un Gobierno que representaba a la mayoría de esa Nación. Venezuela está frente a la peor de sus pesadillas. La que nunca debió haber pasado ni por la más febril de las imaginaciones y su destino es absolutamente incierto en estas condiciones. Lo único seguro es que el pueblo sufrirá gravemente sus consecuencias y el deterioro del país costará miles de millones de dólares para reconstruirlo. El daño moral es inconmensurable y sus costos se proyectarán sobre las sombras de varias generaciones. Aislado del mundo, sólo la fuerza permitirá mantener a un Gobierno que robó todos los sueños imaginados por un segmento popular que creyó tontamente asistir a su momento de redención. Hoy se lamenta profundamente su grave error.

La historia de América del Sur vuelve a reiterarse como una tragedia que cambia de actores pero no altera el guión. Pobre Venezuela, tan rica en recursos pero maldecida por gobiernos espurios que acabaron aislándola de toda posibilidad democrática.


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