El portero es una figura silenciosa que aparece en nuestra niñez cuando comenzamos la escuela y se distingue de todos por el hecho de que su guardapolvo no es blanco como el de los maestros.
Es el primer testigo de las lágrimas y del beso de despedida que las mamás dan a sus hijos el primer día de clase. También es el último confidente, del llanto de los padres cuando sus hijos se reciben y van en busca de la universidad o del trabajo.
Ramón Scoffe tiene 72 años y desde hace 47 que trabaja como portero en el Colegio Pellegrini, desde que funcionaba en un predio del Club San Martín.
Su trabajo en la institución fue el sustento familiar y posibilitó a su hija a estudiar, recibirse de profesora y luego hacer carrera hacia la vicedirección.
El protagonista de Historias de Vida de esta semana nació el 17 de mayo de 1945, en Comandante Fontana. Desde hace 48 años comparte su vida con Ramona Leonor Bareiro, de 80 años, a quien conoció cuando lo contrató para trabajar como carnicero en su puesto del Mercadito Paraguayo. "Es la mejor compañera que pudo darme la vida", expresó.
Tiene una hija, Mabel Rosana Scoffe, profesora de Biología y hoy su jefa, como vicedirectora en el Colegio Carlos Pellegrini. "La dedicación y fuerza de voluntad de mi hija me llena de orgullo como padre, todo lo que logró es mérito suyo", aseguró.
Realizó sus estudios primarios en la Escuela 36 de Pirané. En el año 1966 vino a Formosa capital y realizó el servicio militar durante tres meses, hasta que producto de la inundación en Formosa, salieron de servicio.
Su padre fue Marciano Scoffe y su madre Nicodema Torres de Scoffe. Tiene 8 hermanos, de los cuales cuatro continúan con vida.
En 1971 nació su hija y, en coincidencia, fueron a vivir al barrio San Francisco. Scoffe contó que el Colegio Pellegrini funcionaba en el Club San Martín, donde le prestaban un predio.
"Soy el único portero de la institución y es una satisfacción para mí tener 72 años y seguir trabajando", expresó.
Allí fue cuando empezó a trabajar como portero, haciendo la limpieza, barriendo, limpiando los baños y cuidando que todo esté en orden. También jugaba al fútbol los sábados, en el club, en el puesto de defensor.
"Estoy feliz y tranquilo, tengo directoras que me acompañan muy bien, pero siempre tuve buenos jefes; por ejemplo, el Negro González era un jefazo. Jamás tuve problema con ninguno", contó.
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