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Un emprendedor cuya vida estuvo marcada por la perseverancia y aprendizaje constante

Domingo Antonio Ponte arrancó confeccionando mosquiteros para toda la provincia y evolucionó hacia el rubro uniformes. Hoy posee una exitosa empresa netamente familiar



Un emprendedor es una persona que ya por definición, se atrevió a hacer algo que muchos otros no: iniciar una idea de negocio. Sin embargo, ese es sólo el comienzo. Aunque hay muchos roles que jugar y retos que superar para un emprendedor, hay una herramienta constante que será la clave de su éxito: el aprendizaje.

Esta semana, el protagonista de nuestra historia es Domingo Antonio Ponte, reconocido propietario de una empresa formoseña de uniformes que tiene llegada a todo el nordeste y parte del sur del país.

Nació el 29 de noviembre de 1944, en Pampa del Infierno, Chaco. Actualmente tiene 73 años.

Su padre se llamaba Antonio Ponte Otero y su madre, Dominga Pedrini. Tiene seis hermanos, tres hombres y tres mujeres.

Realizó sus estudios en Colonia El Olvido y en Villafañe. Para continuar sus estudios ingresó a la Fuerza Aérea Argentina, en Córdoba. "Fue pura casualidad porque nosotros estábamos en Villafañe y no había mucha alternativa, y leyendo un Patoruzito, un aviso me llegó: "Escuche el rugir de los motores que usted mismo ha puesto en marcha". Me interesó, escribí, rendí, salí bien y luego me recibí de técnico en la Fuerza Aérea", contó.

Por ser uno de los primeros promedios le dieron la oportunidad de prestar servicios en el Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery. "Prácticamente resultó un castigo porque ahí estabas con el Presidente de la Nación y un montón de cosas más que lo hacían un destino esclavo", consideró. 

Allí permaneció durante 5 años. Luego pidió la baja y fue a trabajar al sector privado en Buenos Aires. En ese espacio de tiempo, a la edad de 28 años, se unió en matrimonio con María Elvira Asselborn (19), descendiente de alemanes, a quien conocía desde que era una niña porque era oriunda de El Colorado y residía en Villafañe.

Fruto de ese matrimonio nacieron sus tres hijas: Inés Claudia, Marisa Mónica y Nora Raquel. Todas son profesionales. Una de ellas es funcionaria pública en el Banco Central de la República Argentina, vive en Buenos Aires, y las otras dos se sumaron al negocio familiar.

Cuando la pareja Ponte tuvo su primera hija, todo iba bien, hasta que en 1976, época del proceso militar, vivir en Buenos Aires resultó muy incierto y peligroso. "En esa época salías pero no sabías si ibas a volver y como teníamos la nena pequeña le dije a mi señora para volver a la tranquilidad de Formosa", relató.

Una vez instalados en Mayor Villafañe abrieron un aserradero. Era una época muy difícil. 

Luego de un tiempo, abrieron una tienda y su esposa comenzó a hacer confecciones. Por cosas del destino, cerca del año 1978, descubrieron una actividad que sería el motor de prosperidad económica y familiar. "Resulta que había una gran demanda de mosquiteros en Formosa y no había quién los hiciera. Allí comenzamos a cubrir la demanda elaborando 5 mil metros de tela mosquitero por semana", contó. Distribuían a toda la provincia y llegaban hasta Salta. Empezaron con dos máquinas, luego fueron a cinco, contrataron personal y el progreso tocó las puerta de la familia Ponte-Asselborn. 

"Fue un crecimiento muy rápido el que nos dieron los mosquiteros, hasta que se dieron cuenta de que podían usar insecticida y ahí se nos complicó", comentó don Domingo, entre inevitables risas que salieron disparadas al recordar la anécdota.

Inicios

Ponte admitió que "no tenía ni idea de confección" y que su señora "algo rumbeaba". Sin embargo, para las almas emprendedoras la falta de experiencia no es obstáculo. 

"Mi señora había comprado unos libros y como es inteligente se amañaba. Entonces después en la tienda comenzó a hacer vestiditos y ropa para nena, tal es así que un día entra una señora que quedó encantada con uno de los vestidos y le dice: 'Qué lindo este vestido, ¿de dónde los traen?' y mi señora le responde: 'De Buenos Aires, por supuesto', no le dijo que lo hizo ella, pero mi nena que tenía cuatro años y justo estaba ahí le replicó: 'mami estás mintiendo, hiciste vos', ¡la mandó al frente! (risas). Pero esto en esa época era así, si vos decías que estaba hecho en Formosa no te lo compraban, porque estaba el concepto de que todo lo que es de afuera es mejor", rememoró. 

El matrimonio tuvo dos hijas más y a medida que iban creciendo, abrazaban la idea de trasladarse a esta ciudad para que cursen los estudios secundarios. Así lo hicieron, en la década de los 80' abrieron una sucursal de su tienda de confecciones, por la calle Belgrano, donde permanece en la actualidad. "Nos volcamos más hacia los uniformes cuando hubo un cambio en la indumentaria de la Policía, que antes usaban el color marrón. Recuerdo que una vez vinieron desde la Policía de la provincia, me trajeron una revista institucional donde en una foto estaba el uniforme que querían", señaló. Así fue que su empresa realizó el cambio de vestimenta de tan importante institución pública, que hasta la fecha utiliza la indumentaria celeste.

"Así una cosa llevó a la otra, el boca a boca fue nuestra mejor publicidad", dijo a La Mañana.

Anécdotas

La vida de Ponte estuvo marcada por aprendizaje y prueba constante. Las primeras chombas de instituciones educativas que hicieron les enseñaron una gran lección, "antes de hablar hay que probar". 
 
"Un día vino la directora del Colegio San Francisco y me pidió mil chombas con cuello marrón. Yo no tenía maquinaria para una producción tan grande, entonces viajé a Buenos Aires para buscar una fábrica que las haga. Hablé con el dueño pero me dijo que hacía mínimo 8 mil, entonces me vendieron la tela y mandé a hacer las chombas en otra fábrica. Cuando regresé con las mil chombas, todas bordadas, llegó la directora a verlas y me preguntó: '¿No va a despintar esto don Ponte?', a lo que le respondí: mire, si le despinta por cada una le doy tres. A mí me habían asegurado que no despintaban, aunque no se me ocurrió meterla en agua. No da que a la primera que las lavaron ¡chorreaba lo marrón del cuello!, (risas) son experiencias que hasta fueron cómicas, por supuesto que tuvimos que reemplazarlas todas", relató.

"Las próximas ya las hicimos nosotros, compramos máquinas y aprendimos que antes de hablar hay que probar primero", expresó.
En la actualidad, la empresa formoseña familiar tiene capacidad para hacer 13 mil chombas y cuenta con tecnología de punta y una gran variedad de modernas maquinarias en el Parque Industrial.

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