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ARA San Juan: la beba que llevó felicidad a la vigilia angustiante de su familia

Esta semana nació María Luz, la hija de uno de los tripulantes del submarino hundido en noviembre; su madre la llevó a la Base Naval



Parece una muñeca dentro de ese enterito verde agua impecable, con orejitas de conejo en los pies. Se la ve rozagante, bien distinta de aquella primera foto con cachetes y pómulos hinchados, cara redonda y piel enrojecida, secuelas del parto reciente. Apenas un par de días después es un bombón de labios pequeños, nariz delicada y piel rosada aunque encaminada hacia la tez morena de la familia. "Siento que Mario siempre nos estuvo acompañando y cuidando durante el embarazo, y que María Luz llegó para darnos la fuerza que nos saque adelante, que nos mantenga fuertes", asegura Ruth Gómez. Creyente y plena de fe, el resto dice que estuvo y estará en manos de Dios.

Mario es su esposo, el suboficial Toconás, miembro de la dotación desaparecida con el submarino ARA San Juan . La última vez que habló con él fue el 8 de noviembre, cuando estaba embarazada de cuatro meses y a horas de la ecografía que confirmaría el sexo del bebe. "Me pidió que no se lo diga por WhatsApp, que lo quería saber primero y personalmente cuando llegara a puerto", recuerda ella. Ese reencuentro nunca se pudo dar tras la desaparición del buque, con destino incierto desde hace casi 160 días.

"Volver a casa por supuesto que fue difícil. No estábamos preparados para recibir a María Luz con esta incertidumbre sobre qué pasó con su papá", cuenta mientras se prepara para el primer control médico de su beba, que nació durante la madrugada del lunes pasado con un peso de 3,640 kilos. "Ahora tenemos que aprender cómo seguir, lo que tenemos por delante es totalmente nuevo e inesperado", acota.

A tiempo completo la acompaña Norma, su mamá, que llegó desde su Salta natal para darle una mano en estos días previos y posteriores al parto. También su suegro pudo venir unos días desde Sierra Grande, Río Negro, donde también residen sus cuñados.

Este segundo embarazo de Ruth estuvo signado por la dramática historia que tiene entre sus protagonistas a su esposo, de 36 años y con 13 de ellos dentro de la Armada Argentina. Ella fue pasajera de la primera ambulancia que aquel 23 de noviembre salió de la Base Naval rumbo a una clínica privada, cuando allí se dio a entender que el submarino pudo haber sufrido una explosión. Se descompensó, recibió el alta y al día siguiente estaba de nuevo en la unidad militar, donde siguió uno por uno los partes diarios a la espera de una buena noticia.

"Estuve hasta los ocho meses de embarazo en la Base Naval, pero ya casi no me podía mover así que empecé a pensar en quedarme en casa", relata. Allí había hablado el 15 de marzo, tras la misa y posterior manifestación que los familiares de tripulantes realizan cada mes que se cumple del último contacto de radio con el submarino. "Tenía que estar ahí", insiste.

Admite que todo le fue "muy difícil" porque no podía ponerse mal para no afectar a María Luz y también para no conmover aún más a Ryan, el primer hijo, que va a cumplir 10, el gran compinche de su esposo. Ambos fanáticos de Boca, coincidían en la pasión por el Turismo Carretera y encontraron en la rivalidad una diversión. Uno hincha de Ford; el otro, de Chevrolet.

"Con María Luz también sería un baboso, como lo fue con Ryan, estaría todo el tiempo encima de ellos", imagina Ruth con una sonrisa. El hermano, por lo pronto, ya toma decisiones. Avisó que no quiere que la rapen porque "quiere peinarla y hacerle colitas" en el pelo.


Hace una semana, cuando se cumplió el quinto mes sin novedades del buque y los familiares se concentraban en la Base Naval Mar del Plata, Ruth tuvo su primera internación con miras al parto. Tras un control volvió a casa, pero horas después ya tenía a su hija en brazos. María lo eligió Ryan. Luz, ella. El sentimiento mezcla de felicidad y angustia que hoy les toca compartir a los tres, sin Mario en casa, no tiene nombre.

Desde la Armada Argentina, admite, se comunicaron seguido con ella para ponerse a disposición en este recorrido que le tocó vivir desde el embarazo hasta estas horas. Pero no le alcanza para tapar el malestar que junto con otros familiares generó esta difícil relación originada en la confusa información, cada tanto engañosa, que sienten haber recibido en los distintos partes.

Ruth reconoce que hasta aquel primer aviso fue poco creíble. "Si es solo eso me quedo tranquila, si es otra cosa prefiero que me lo digas", le dijo al vocero que la llamó por teléfono el 16 de noviembre. "Un problema de comunicación" fue el motivo que le informaron. Luego percibieron que era algo más complejo.

Hoy siente que entre la fuerza naval y el Gobierno son pocas las respuestas que les están dando a los familiares de la tripulación. Cita la indignación que generó cuando días atrás se confirmó que no había ningún buque buscando al submarino. "Me iba a poner muy mal, no sé si María Luz no nacía ahí si estaba en la Base", dice. Intenta explicar la tristeza que implica saber que los 44 marinos están perdidos "y nadie los estaba buscando".

El lunes ya amamantaba cuando sus familiares estaban en el Congreso para escuchar el informe del ministro de Defensa de la Nación, Oscar Aguad. De esa reunión con familiares, tensa, surgieron algunos compromisos oficiales. Por ejemplo, contratar una empresa privada para reforzar la búsqueda subacuática.

"Siento que todo es más de lo mismo, porque hace tres o cuatro meses que se habla, promete y nada cambia", afirma. Y espera que a la brevedad alguno de esos anuncios quede refrendado por escrito y se traduzca en hechos.

De ayuda oficial habla poco. Confirma que llega y que ella en particular ha tenido asistencia. En algún caso por gastos que son por única vez. Lo que ella y el resto de los familiares reclaman es que si hay aportes, que lleguen a las 44 familias.

En este mientras tanto, que se hace largo y doloroso, la fortaleza se construye en familia. Pendiente de finalizar su curso de instrumentadora quirúrgica, dice que se hacen fuertes con la compañía de los seres queridos. "Es la mejor forma de afrontar esta situación", insiste.

Por eso, apenas recibió el alta y aún con la jornada gris, se subió a un auto y desde el Hospital Privado fue a la Base Naval para presentar a María Luz a otros familiares de tripulantes que se alternan en esa presencia de 24 horas desde hace más de dos meses. Malvinas Vallejos, hermana del suboficial Celso Vallejos, fue una de las primeras en tener en brazos a la beba. "Con todo lo que estamos pasando su visita fue como una corriente de vida para todos nosotros, es como un gran mensaje de que la vida sigue", cuenta.

Se emociona porque fue testigo de lo que Ruth pasó allí, con su panza a cuestas y en crecimiento. "La veíamos entre la felicidad que venía y la angustia de estos meses", resume.

Sin novedades del submarino, María Luz trajo un poco de amor y felicidad también a los familiares de los 44 tripulantes. Y dentro de la Base Naval, la única buena noticia y motivo válido para una sonrisa en poco más de cinco meses de vigilia tan extensa como angustiante.

Fuente: www.lanacion.com.ar
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