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Ortega sale mal parado en el inicio de un tenso diálogo en Nicaragua

Los estudiantes lo increparon y la Iglesia, mediadora del proceso, habló de una oportunidad perdida para llevar calma



El presidente de Nicaragua , Daniel Ortega , y la vicepresidenta, Rosario Murillo, llegaron al Seminario de Fátima, sede del diálogo nacional en Managua, con gritos de ¡asesinos!, y se fueron dos horas después con las mismas acusaciones. Entre ambos momentos, mucha tensión dentro de la sala en un debate retransmitido al país que tuvo un momento estelar, cuando los jóvenes nombraron uno a uno a los caídos en las protestas antigubernamentales, acompañados de una palabra, ¡presente!, que emocionó a parte de los presentes.

Otra frase, disparada por el dirigente estudiantil Lesther Alemán a pocos metros del mandatario, fue coreada por sus compañeros: "Esta no es una mesa de diálogo, es para ver su salida".

Nada parecido había ocurrido en Nicaragua durante los 11 años de la segunda etapa del orteguismo, tiempo durante el cual la pareja presidencial ha tomado casi todos los poderes del Estado, copiando la hoja de ruta del chavismo. La principal certeza que tuvieron los convocados a la negociación por la Iglesia, tras escuchar las palabras de Ortega, es que mantener todos esos poderes es su principal baza.

"Claro que nos duelen los muertos, nos duele la muerte de cualquier ser humano en el planeta... Víctimas de la violencia irracional, diabólica, que ha explotado en nuestro país", aseveró el mandatario, como si la represión no la hubieran llevado a cabo sus policías, sus brigadas de choque y la temida Juventud Sandinista. También se quejó de la matanza de palestinos en Gaza. "Los muertos están de todos lados", dijo el presidente, que aceptó la presencia en el país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para que investigue el medio centenar de asesinatos. En cambio, Ortega eludió dar la orden para que policías y paramilitares dejen de reprimir a jóvenes y ciudadanos, pese al recordatorio que le hizo monseñor Juan Abelardo Mata, obispo de Estelí. "Ha iniciado una revolución no armada, no es ejército contra ejército", puntualizó el secretario de la Conferencia Episcopal.

"Daniel Ortega desperdició una oportunidad única para reivindicarse ante Nicaragua al iniciar el diálogo nacional. Debió haber ordenado el cese de la represión y la supresión de grupos paramilitares", sentenció más tarde monseñor Silvio José Báez, el obispo auxiliar de Managua, presente como uno de los testigos y mediadores de la Iglesia.

La realidad es que Ortega no salió bien librado del primer encuentro con obispos, empresarios, estudiantes, campesinos y sociedad civil. Incluso uno de sus comandantes en la guerrilla, Bayardo Arce, intentó introducir a destiempo una propuesta de nueva reforma para el seguro social, que fue desestimada.

En juego ya hay mucho más que una reforma. Según la encuesta de Gallup, hecha pública por el periodista Carlos Fernando Chamorro, el 69% de la población demanda que Ortega renuncie a la presidencia y se vaya ya mismo. Entre ellos, el 30% son simpatizantes sandinistas.

El primer mandatario intentó desprestigiar a los jóvenes que protestan, la misma estrategia que usan a diario los medios públicos y los medios controlados por sus ocho hijos. "En la Upoli (Universidad Politécnica donde los estudiantes se mantienen atrincherados desde el inicio de las protestas) hay bandas paramilitares, un arsenal de armas, bombas y desde ahí salen a asaltar vehículos y transportes", acusó Ortega ante unos jóvenes que no se callaban.

"El pueblo de Nicaragua exige que te vayas. No queremos más muertes, más sangre, ustedes son los responsables", respondió Medardo Mairena, dirigente de los campesinos que luchan contra la construcción de un faraónico canal interoceánico, propuesta realizada por un fantasmal empresario chino.

Los detractores de la pareja presidencial consideran que ambos acuden dispuestos a mimetizar el guion bolivariano de Nicolás Maduro, siempre dispuesto a dialogar y nunca a realizar concesiones importantes. El bando oficialista llega al cónclave "para desmontar la resistencia ciudadana a cambio de algunas concesiones cosméticas", avisó el exdiputado Enrique Sáenz, una de las principales voces de la disidencia sandinista.

Ciudadanos "autoconvocados", como denominan a quienes protestan, y grupos oficialistas, la mayoría empleados del Estado, se concentraron en las inmediaciones del Seminario Nacional de Fátima. Los orteguistas eligieron la rotonda Hugo Chávez, que cuenta con nuevas barreras de protección ante los derribos de los inmensos "árboles de la vida" metálicos, sembrados por la vicepresidenta y convertidos en un símbolo de su poder cuasi absoluto.

Fuente: www.lanacion.com.ar
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