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Cómo crecer sin parar

Una columna de Bernardo Stamateas



Todos los seres humanos nacemos con la capacidad de aprender, crecer y avanzar en la vida. Esto es así porque portamos en nuestro interior un potencial inagotable, que muchas veces desconocemos. Aquellos que alcanzan sus metas en la vida se diferencian de aquellos que no lo hacen en que conocen el capital enorme que llevan adentro.

¿Dirías que ha habido crecimiento en tu vida en los últimos cinco años? ¿Y en el último año? Nuestra capacidad para crecer es permanente pero depende solamente de uno mismo: de nuestras ganas y del esfuerzo que realicemos. ¿Tenés el deseo de crecer y avanzar? ¿Te esforzás por lograrlo o simplemente esperás que las cosas sucedan?

¿Cómo podemos crecer sin parar?

En primer lugar, necesitamos automotivarnos. Es decir, no esperar que algo suceda o alguien venga y la motivación surja en nosotros, sino estimularnos a nosotros mismos. A una persona exitosa la estimulan los desafíos, los riesgos, todo aquello que le produce adrenalina. Es por eso que nada la detiene ni le impide lograr sus objetivos. Pone todo de sí para seguir adelante. A diferencia de quien se detiene ante el primer obstáculo y se queja por no haber logrado sus objetivos.

En segundo lugar, tenemos que revisar nuestras creencias. Todo lo que llevamos a cabo y nuestra forma de ver la vida y de comportarnos está en relación directa con lo que creemos. Mientras algunos albergan creencias positivas que construyen y los acercan a sus sueños, otros se resisten al cambio, hacen siempre lo mismo y consiguen siempre los mismos resultados.

Te invito a analizar las diferencias entre una persona con mentalidad rígida (que se opone al crecimiento) y una persona con mentalidad flexible (que fomenta el crecimiento):

Aquel que funciona con mentalidad rígida tiene baja la autoestima; busca la aprobación de los demás; se autoexige constantemente y es implacable consigo mismo; se frustra ante el menor obstáculo; no se perdona el error; es enemigo del esfuerzo; critica a los demás pero es incapaz de ver sus propias faltas; se siente un fracasado cuando le va mal; intenta siempre demostrar quién es y vive pendiente de la imagen; vive estancado. Como resultado, rara vez crece.

En cambio, aquel que funciona con mentalidad flexible tiene alta la autoestima; sabe quién es y de lo que es capaz y no necesita demostrarle nada a nadie; tiene una mirada positiva de la vida y sus circunstancias; es amable consigo mismo y con los demás; reconoce y acepta sus errores, aprende de ellos y sigue adelante sin castigarse; hace "un poco más" que los demás; no juzga a nadie, ni siquiera a sí mismo; es tolerante y perseverante; no les teme a los desafíos. Como resultado, el crecimiento es una constante en su vida.

Tal vez te educaron para que fueras el o la mejor en todo, o creciste con etiquetas tales como "el tonto", "la rebelde", "el distraído", "la princesita", etc. Sea como sea, nunca es tarde para cambiar tus creencias, soltar toda la maravilla que hay en tu interior en forma de habilidades y fortalezas (aceptando también las debilidades) y crecer sin parar hasta llegar a la cima.


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