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Sin escrúpulos



El tráfico ilícito de estupefacientes, conocido comúnmente como narcotráfico, es un negocio que ha adquirido niveles empresariales a tal punto que figura entre los primeros del mundo en cuanto a los capitales que maneja. Entre sus esenciales características se destaca, entre otras, aquella por la cual esos capitales son utilizados para mantener las estructuras del narcotráfico, realizar transacciones comerciales con drogas y sostener todas las actividades que se generan como consecuencia de la producción, almacenamiento, traslado y comercialización de tan sombría naturaleza, y la "seguridad" que requieren los delincuentes que de ella sacan provecho. 

No se trata de un delito común, toda vez que carga sobre sus espaldas cuantos elementos son necesarios para que de su ejecución se engendre inmediatamente la violencia, adquiriendo formas que se adaptan a las necesidades de un sinnúmero de consideraciones políticas, económicas y culturales cuyos niveles de agresividad y peligrosidad transitan desde la amenaza y la extorsión hasta las formas más crueles y aberrantes del delito, tales como, por ejemplo, los secuestros y los homicidios. 

Para lograr su cometido el narcotráfico debe estructurarse y organizarse como una verdadera empresa legal en la que cada uno de sus miembros cumple funciones específicas y determinadas con puntillosa minuciosidad. Estas organizaciones criminales trazan sus objetivos con meridiana claridad y ningún límite moral o legal las detiene para lograrlos. Todos sus integrantes deben reunir condiciones de inescrupulosidad en la ejecución de las actividades delictivas cuyo abanico comprende desde una simple coima a algún funcionario o agente de las fuerzas de seguridad para que haga la vista gorda ante un cargamento de droga que de ese modo ingresa en el país, pasando por el involucramiento directo de servidores públicos, hasta acciones que pueden terminar con la vida de quienes se le interpongan en el camino de ese perverso comportamiento. 

El caso de la "narcoambulancia" formoseña es otra prueba cabal de la falta de escrúpulos y de límites de estas bandas criminales, y también una fuerte demostración de las fragilidades del Estado para controlar que sus recursos -materiales y humanos- no terminen siendo instrumentos de aquellas.

La seguridad en todas las etapas del tráfico ilegal resulta de vital importancia para estas organizaciones, dado que obtener un ambiente seguro les garantiza el éxito de las operaciones y, con ello, el mantenimiento constante de los recursos necesarios para la ejecución de muchos otros delitos que encuentran en éste su fuente de financiamiento. De ahí que recurran muchas veces a vehículos oficiales, previa cooptación de empleados o funcionarios a cargo, como en el caso Bareiro.

Por todas esas circunstancias negativas, es deseable que desde los más altos niveles de gobierno sean adoptadas las estrategias y medidas necesarias para asegurarse una lucha menos permeable y por lo tanto más eficaz contra el narcotráfico, quizá uno de los problemas más complejos por resolver en el mundo actual.


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