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Sirenas

Una columna de opinión de Benjamín Fernández Bogado



Honestamente hablando, ¿puede uno considerar aún un Estado democrático a Venezuela? Luego de la osadía cívica del último domingo, claramente no. El régimen de Maduro ha sobrepasado cualquier consideración medianamente racional y ha puesto a sonar a todas las sirenas. Como en los terremotos que fuerzan a la gente a ganar la calle para buscar refugio, a los venezolanos no les queda otra opción. Seguir creyendo en el diálogo absurdo con un jefe de estado (en minúsculas) que habla a una muchedumbre que no existe más que en un su imaginación calenturienta o en instituciones que ni de fachada ya son sostenibles, porque no existe nada en ese país tan rico en petróleo como pobre en la realidad más lacerante y contradictoria. El Gobierno de Maduro ha supuesto un estadio superior a la peor de las pesadillas que los venezolanos han podido imaginar alguna vez. Con una inflación prevista de 1.800.000% en los próximos dos años, sólo podemos decir que el país ha ido más a fondo que las profundidades más remotas.

Pareciera que el mundo ha tomado nota de esta situación por fin, y sólo por algunos apoyos inconducentes incluido del pobre remedo de político español Rodríguez Zapatero o un Maradona intoxicado, quedan pocos los que podrían apoyar una realidad tan absurda que ha superado la literatura de ese estilo. Maduro ha tensado la cuerda a un límite que no es sostenible por la racionalidad. Se ha rebelado contra ella y ha logrado poner al mundo en contra suya. Los países como Rusia o China sólo juegan a sus intereses particulares y nada resulta despreciable que la convierta en un protectorado rico al servicio de sus intereses pero con altísimos costos de sostenibilidad. Las instituciones regionales no pudieron o no quisieron acabar con esta fachada de gobierno democrático y hoy están pagando sus consecuencias. Es imposible creer en el secretario de la OEA -el uruguayo Almagro-, quien defendió con uñas y dientes el ingreso de Venezuela al Mercosur luego de sancionar a Paraguay por el juicio político de Lugo y que ahora sorprendentemente reclama democracia para Venezuela.

Las sirenas comienzan a sonar en los cuarteles de unos militares agotados por la manipulación del Gobierno que los ha hecho cómplices de este levantamiento contra su pueblo al punto de asociarlos en negocios ilícitos para sostener su apoyo. Un país agotado llama a una intervención externa más vigorosa, mientras miles de desencantados y frustrados emigran a otros países en una imagen que recuerda los peores éxodos en Africa o en Oriente Medio.

Pobre Venezuela, pero al mismo tiempo viva por el gesto valiente de muchos que no les queda otra opción que rescatar la democracia en las calles luego de haber sido secuestrada y vejada ella por el Gobierno de Maduro. No quedan opciones. Todas las sirenas han sonado y la solución al drama de ese país caribeño ha excedido el marco de la formalidad y las apariencias. La lucha será en otros territorios donde el pueblo de ese país ya demostró su vigor y coraje. La cuestión estará en sostener la lucha hasta el retorno definitivo de la democracia a esa Nación.


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