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La casa no está en orden

Una columna de opinión de Enrique Zanin



La corrida cambiaria puso al descubierto las muchas huellas que dejaron los malos manejos de la economía, con heridos y lastimados que no tienen buen pronóstico de recuperación. Con la devaluación del dólar que impacta sobre precios y tarifas, una tasa de interés de referencia del 40%, la inflación que supera todos los pronósticos para situarse cercano al 25% anual, sumado a la parálisis del mercado interno, se genera una turbulencia que agita a todos los sectores de la producción y deja en malas condiciones a las economías regionales.

Está claro que el techo de paritarias del 15% es exiguo, aunque el Gobierno nacional insista en cerrar en guarismos cercanos a esa cifra, además de recortar el gasto en jubilaciones y pensiones, gastos sociales en general - salud, educación, asistencia social. Los reclamos salariales por una mejor recomposición del ingreso de los trabajadores se está haciendo sentir muy fuertemente, potenciando un deterioro de las condiciones sociales de grandes colectivos vulnerables especialmente de regiones periféricas y del conurbano de los grandes núcleos poblacionales.

El consumo no despega, diría que cae sin cesar. La corrida cambiaria repercute con fuerza en los precios de tarifas, combustibles y se traslada a alimentos, porque la familia dispone de menores ingresos netos luego de pagar alquiler, créditos UVA, servicios de energía eléctrica, gas, combustibles, impuesto inmobiliario, medicamentos (+ 20% de aumento), con salarios que no se adecúan a los aumentos de costo de la canasta básica de alimentos, principalmente.

Claro está que hay sectores beneficiados, especialmente los relacionados con las exportaciones, que ven mejorar su competitividad de la mano de la devaluación, como el agro, la minería, la industria del software y el sector energético, aunque no veo en el horizonte que esta ventaja se mantenga. Los aumentos de los costos internos y la inflación diluyen los beneficios de una moneda devaluada, y los términos de intercambio terminan por equipararse. Las devaluaciones sólo consiguen alterar todo el cuadro de la microeconomía, afectando a las PyMEs regionales no exportadoras que vuelcan su actividad al mercado interno y sufren los efectos de la reducción del consumo y el aumento de precios de tarifas.

Las PyMEs regionales, que tenemos en el mercado local nuestra fuente de ventas, tenemos los mayores problemas, a los que suma la falta de financiamiento, porque nadie en su sano juicio va a acceder a un crédito a más del 70% de tasa de interés. Se restringe la capacidad de evolución comercial y se cierran circuitos productivos. Si bien siempre decimos que las PyMEs son las que mejor se adaptan a los vaivenes de la economía, no somos tan elásticos como para absorber tanta alteración de las variables económicas.

La economía no crecerá al 3% para este año como se estimaba previamente, y los cálculos más optimistas lo sitúan en un 2% para el 2018 y un 2,9% para el 2019. La situación actual en Brasil no ayuda para las exportaciones argentinas a ese país, el principal socio comercial de la región, que sufre una parálisis por huelga de camioneros y protestas sociales por aumento del gasoil y el gas de uso doméstico. 

Como ejemplo vemos que la industria automotriz suspende su producción hasta que finalice este conflicto.

Sobre el tema de la Ley aprobada en el Senado de la Nación para retrotraer el valor de las tarifas a noviembre del año pasado y ajustar de allí en más por salarios y su posterior veto presidencial, sólo puedo decir que el problema en sí se comprende por la falta de crecimiento del país, la alta inflación y un mercado interno que no crece, a la par de salarios alicaídos, con lo que el impacto tarifario que restringe seriamente la vida de las familias. En un contexto de crecimiento, la visión sobre este tema sería otro, más comprensible y moderado.

Hay temas sensibles que requieren de mucho consenso, más amplitud de criterios y mejor comprensión de las diferencias. De lo contrario nos veremos envueltos en un torbellino de dificultades. El viento de la tormenta ya ha comenzado a sentirse por estos pagos. Habrá que tomar resguardo.


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