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Del espacio a la perseverancia, en el Illia todo se comparte

Al Illia lo caracteriza el amontonamiento: los complejos de vivienda de dos y tres pisos, los tanques de agua compartidos, las escaleras escondidas, las ventanas hacia el patio del vecino. La falta de veredas, la abundancia del cemento o de tierra. Los ruidos, el deseo de más privacidad. La predisposición de algunos, la resignación de otros. Los pasajes, las calles improvisadas, la falta de verde, la falta de pintura, las cloacas a cielo abierto y casi al borde de las casas. La picardía de los niños jugando al fútbol. Las casillas construidas en los espacios comunes, en alguna vereda, casi en la calle.



A simple vista, los barrios Illia I e Illia II, son desordenados. Los construyó el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) entre los años 91 y 93, por partes; y entre esos años llegaron los primeros vecinos. Según dirán, desde su inauguración a esta parte, los habitantes del barrio se fueron renovando, principalmente en la zona del Illia II, que comprende las dos grandes manzanas que bordean a la calle Coronel Bogado. 

Si bien hay una punta formada por propiedades de construcción privada, desde la Mouchard hasta la avenida Circunvalación, la mayor parte es un conglomerado: los edificios están muy cerca unos de otros en la zona de viviendas, los sectores están separados por pasillos que no tienen más de dos metros de ancho. Así, los espacios, la vida, la privacidad, todo en el barrio se comparte. Los de arriba tienen a la vista el patio del de la planta baja. Al de abajo, le cae el desagüe de lluvia de los de arriba. Los de arriba no tienen veredas y usan cualquiera como suya, ya que todos en el barrio -o al menos la mayoría- tienen alguna casilla con rejas o madera y bajo candado, levantada en algún sector del barrio.

SIN ESPACIOS 

En este escenario, la Coronel Bogado es un desfile de garajes amontonados. Lo mismo sucede sobre Las Heras. A estas dos calles se suma "el gallinero" -como bien lo definirá una vecina-, ubicado en el sector del polideportivo. En medio del Ilia II hay una canchita de cemento, justo atrás de la capilla Virgen Niña y en diagonal a uno que otro sube y baja. Del otro lado de la cancha, de cara a la calle Las Heras, se ubican un montón de casillas desordenadas, construidas una al lado de la otra -o encima-, sin un criterio de orden ni de estética. Allí los vecinos guardan sus autos, sus herramientas, sillas, mesas y hasta algunos se animaron a construir una parrilla.

"El tema de los garajes es todo un tema", expresó Doris Vresanovic de Villasboas, una de las primeras vecinas del Illia II. Según comentó, luego de haber construido la capilla en el barrio, se pensó hacer un complejo de estacionamiento. "Pero como la gente no estaba de acuerdo a pagar lo presupuestado, quedó en la nada. Sin embargo se formó un gallinero", expresó.

"Cuando se iba a asfaltar la Coronel Bogado, tuvimos que levantar todas las que están de ese lado. Una vez listo el pavimento, se volvieron a formar, así nomás, sin ningún criterio", agregó. 
 
Doris vive en el Illia desde su inauguración, una de las pocas que se quedaron. "Llegamos en el 92, cuando nació mi última hija, que hoy tiene 26 años. Mi marido en ese entonces trabajaba en Telecom y dio la casualidad que otros siete de la empresa salieron sorteados", relató. 

Doris vive barrio adentro; su puerta da sobre un pasillo, a diez pasos de un almacén que tiene tantos años como el barrio y a veinte de otro kiosco. Su pasillo es uno de los más limpios del barrio, y lo sabe: "Tratamos de mantener entre los vecinos", explicó. Sin embargo, la falta de limpieza es una problemática notable en el barrio, que en parte es responsabilidad de los mismos vecinos: muchos admitirán que "hay una cuestión cultural importante"; no obstante, también hay un factor externo.

SECUENCIA DE UN
PROBLEMA ACTUAL 


En la esquina de Muchard y Coronel Bogado hay dos o tres contenedores de basura que antes estaban ubicados frente a la capilla. A su alrededor, en el piso, también hay basura. Este escenario es permanente. Los vecinos -molestos por lo insalubre de una zona de mucha circulación- describieron la secuencia: "Por más que nosotros coloquemos las bolsas dentro, siempre amanece la basura desparramada. Llegan camionetas de otros barrios y lanzan las bolsas de residuos, o la basura suelta, como quienes juegan al básquet. Va más afuera que adentro. A esto se le suman otras personas que vienen a revolver los tachos, a ver si encuentran algo que les sirva. Luego llegan los perritos del barrio y la basura termina tapando toda la calle".

A esta situación actual, la acompaña otra que es de siempre. Así lo dirá Carlos ScottoD'abusco, uno de los primeros vecinos del Illia I. Sentado en el mostrador de su agencia de quiniela, describirá el paso del tiempo en el barrio y dejará entrever los asuntos pendientes. 

Carlos llegó al barrio junto a los Bobadilla, los Campo, las familias Gómez, Toledo, Giménez y Flores, entre otros. Llegó cuando el barrio parecía demasiado lejos de todo, lejos del centro. Cuando ni la Kirchner ni la Coronel Bogado estaban pavimentadas, cuando el único acceso confiable era la Circunvalación. 

El pavimento acorta las distancias, trae orden e incluso hace que todo se vea más limpio. Por eso en muchos barrios lo sueñan, lo desean, y éste no es la excepción. "Nunca entendimos cuando pavimentaron la calle Bogado y no Las Heras. Por ésta siempre pasaron todas las líneas de colectivo, era una de las calles con más circulación -comentó Scotto, celoso-, al menos logramos que nos la enripien, pero no es lo mismo". Cuestionó que el pavimento resolvería otros problemas: el de las cloacas, por ejemplo.

ASUNTOS PENDIENTES

En este sentido, vale mencionar uno de los problemas históricos del Illia: las inundaciones. "No cambió mucho. Ahora caen diez centímetros y todo desborda. Las cloacas revientan, hasta dentro de la casa. Es un asco", lamentó Scotto, señalando la cercanía de las cloacas a las casas. "Pasaron un montón de intendentes. A todos les pedimos el asfalto y que se pongan los caños del desagüe más adelante", agregó.

"En líneas generales: nos falta la parte sanitaria y el asfalto", resumió. "En este barrio compartimos todo, los tanques de agua, los problemas... Por eso hicimos un proyecto para colocar los caños. En su momento lo presentamos en el IPV, se hizo un presupuesto; pero como había gente que no podía pagarlo, se truncó. Ahora llevamos la inquietud mediante nota a la Municipalidad, para hacer una especie de cooperativa que nos permita llevar adelante la obra del sistema cloacal, pero estamos esperando todavía una respuesta", concluyó.

CAPILLA 

La capilla de la Virgen Niña es uno de los edificios más cuidados del Illia II. Se fue levantando de a poco, por partes, al tiempo que se inauguró el barrio. Así lo relató Luis Saporitti, uno de los primeros en habitarlo, hoy miembro de la comunidad religiosa: "Tiempo después de llegar, empezó a formarse el grupo. Varias familias venían trabajando en otras comunidades, yo en San Luis Rey y otras vecinas en el San Francisco. Nos empezamos a conocer, nos veíamos en otros templos; entonces nos planteamos la posibilidad de formar acá nuestra comunidad religiosa. Como dependíamos del San Francisco, fuimos a hablar con el padre Feliciano Ibarrola y nos dio el okay. Empezamos a trabajar. 

Comenzaron debajo de un arbolito, tendiendo cables desde las casas para iluminar y así, siempre con la colaboración de los vecinos, fueron creciendo. Pasando el 93, se formaron las primeras clases de catequesis y así se pudo realizar la Primera Comunión. Paso a paso, hoy la capilla depende de la parroquia Itatí y es tan hermosa como imponente. Aunque aún sigue en marcha: "Se está colocando el cielorraso y se proyectan unas aulas para más adelante", comentó Don Saporitti. 

El empezar de cero y ver los resultados, genera una sensación particular de pertenencia en cada vecino. Este es el caso de Eda Antonia Romero, una vecina que forma parte del coro de la capilla. "Me acuerdo cuando empezamos. Las clases o las reuniones se daban en las casas familiares o debajo de ese gran árbol que hoy da sombra al lado de la capilla. Justo ahí, debajo, tomó la Comunión mi hija en 1997", relató, mientras cuidaba a su nieto, que jugaba fútbol en la canchita con otros amigos del barrio.






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