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INCOHERENCIAS

Una columna de opinión de Benjamín Fernández Bogado



Muchos gobernantes populistas con viento a favor cuestionaban toda crítica por conspiratoria y toda tímida institución de justicia como desconfiable. Terminaron creyéndose el verso y de tanto repetirlo obviaron la realidad. La única que sirve y trasciende para entender la política. Hoy en la llanura muchos recurren a la prensa para explicar falsas persecuciones, acusan de traidores a mansalva y hablan de nuevo de conspiraciones, donde el periodismo internacional es la punta de lanza. Pobre de Ortega, Correa, Maduro o Evo Morales, quienes no logran entender la realidad que ha terminado por explotarles en el rostro. Hoy incluso algunos recurren a la Comisión Interamericana de Derechos humanos la misma que cuando los cuestionaban no era otra cosa que "la punta de lanza de la conspiración internacional de derechas". Basta de pretextos, el pueblo se cansó de vuestra codicia, caradurez, osadía y criminalidad. Deben irse porque han agotado la paciencia ciudadana y las incoherencias saltan a borbotones. Los que se fueron deben enfrentar la Justicia.

La evidencia de la mala gestión es tan grande que incluso dentro del propio gobierno les surgen críticos que cuestionan la terrible marcha de la economía como en Venezuela convertida en un remedo decadente de las peores escenas de las crisis africanas. Por vergüenza y malos gobiernos tienen que marcharse. No es de recibo que Ortega finja demencia ante los grupos paramilitares armados por su gobierno y responsables con la Policía y el Ejército de la muerte de más de 300 nicaragüenses. Han superado todas las limitaciones formales a nivel local e internacional y mientras más prolonguen sus gobiernos mayores serán los costos para la ciudadanía. Como han creado tanta desconfianza en las instituciones, saben muy bien que carecen de garantías. Juzgan como el ladrón: por sus actos. La respuesta en países que han recobrado la racionalidad democrática luego de la esquizofrenia del poder populista debe ser de amplio respeto a todas las garantías que ellos cuando gobernaban han conculcado. Los fiscales y jueces deben ser justos pero implacables. Nadie le hace más favor a la corrupta política brasileña que su Justicia enfrentada incluso a la irracionalidad política que entiende que su misión de exponer la corrupción es absolutamente funcional a tener un porvenir de oportunidades.

El juego de transferir responsabilidades y de pretender sembrar las dudas de jueces probos no es de recibo. Los hechos son más que evidentes y se prueba una vez que cuando los gobiernos no asumen ante la ciudadanía sus errores y deficiencias, los costos suben proporcionalmente para todos incluso para sus promotores en el gobierno.

La incoherencia mayor es negar la realidad. No puede dejar de asumirse los muertos en las calles de Nicaragua, la hambruna y el desabastecimiento en Venezuela, el sometimiento de la Justicia en Bolivia y otros muchos ejemplos de gobiernos que dijeron gobernar en nombre del pueblo pero que hoy éste tiene la oportunidad de constatar que aquello no pasaba de ser un discurso mientras aumentaban sus cuentas bancarias con recursos de todos.

Necesitamos ser coherentes con la democracia. Instituciones fuertes y Justicia implacable con todos los elementos del derecho que ellos se encargaron de conculcar cuando gobernaron. Eso será suficiente para reconstruir la democracia degradada en muchos países latinoamericanos.


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