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Soy un perfeccionista

Una columna de Bernardo Stamateas



Todos los seres humanos albergamos el deseo de mejorar y superarnos a nosotros mismos. Eso es perfectamente normal y muy loable. El problema surge cuando nos volvemos perfeccionistas, al punto de tener metas inalcanzables. 

¿Por qué alguien se vuelve híperexigente y perfeccionista, tanto consigo mismo como con los demás? Por lo general, se debe a que la persona vive en una permanente insatisfacción que la conduce a no ser del todo feliz. Perfeccionismo e infelicidad van de la mano.

¿Es posible salir de esta forma de funcionar tóxica que afecta a quien la tiene y también a quienes lo rodean? ¡Claro que sí! Comparto a continuación algunas ideas prácticas que pueden colaborar a tal fin: 

1. Para salir del perfeccionismo, tenemos que aceptarnos tal y como somos. Es decir, con defectos y virtudes. Pero, sobre todo, sabiendo que fuimos diseñados como seres únicos e irrepetibles.

2. Solo cuando nos hemos aceptados como somos es que podemos empezar a trabajar en nosotros para alcanzar un "carácter equilibrado y maduro". ¿Qué significa esto? Que somos conscientes de nuestros puntos fuertes y perseguimos la mejora continua, pero también reconocemos nuestros puntos débiles sin negarlos ni ocultarlos.

3. Y en este proceso, tenemos que continuar siempre caminando hacia adelante. La única forma de avanzar es moviéndonos. Aunque existan cosas que no nos salgan del todo bien, o que nos causen temor. Es fundamental darnos "permiso para equivocarnos" sin torturarnos mentalmente ni creer que el error es nuestro enemigo. De esa manera, seremos capaces de avanzar sin detenernos.

4. Tenemos que tener presente que el que no arriesga no gana. El perfeccionista siente que no se puede equivocar. Lo cierto es que intentar mantener todo bajo control, sin que nada salga mal, es prácticamente imposible y detiene el crecimiento. Para crecer sin parar, tenemos que establecer objetivos a alcanzar realistas en plazos de tiempo que podamos cumplir. Y siempre arriesgarnos, aunque no nos vaya como lo esperábamos. Es mejor lamentarse por algo que no nos salió bien, que lamentarnos por no haberlo intentado nunca.

5. Es importante liberarse de toda expectativa ajena. Los demás, aunque lo hagan con las mejores intenciones, siempre van a opinar: "Deberías hacer tal cosa..."; "te convendría hacer aquello otro..."; "yo en tu lugar, haría esto...". No sobrevaloremos las opiniones de la gente y comencemos a valorar nuestras opiniones y decisiones. Todos poseemos la capacidad innata de escoger lo que es mejor para nosotros pero, si a veces nos equivocamos, no es el fin del mundo. 

Para concluir, para salir del perfeccionismo, hay que cambiar la búsqueda de la perfección por la excelencia (la habilidad para mejorar continuamente). Perseverar, mantenerse firme y quitar los ojos de los detalles para concentrarnos en el sueño final. Y, sobre todas las cosas, desarrollar el hábito de respetarnos y perdonarnos, toda vez que sea necesario. El humor puede ayudarnos a lograr esto último. ¡Tengamos el valor de no ser perfectos y reírnos de ello!


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