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Violencia psicológica contra las mujeres: la agresión se saca y se pone el disfraz

Hablemos de igualdad: por Heliana Guirado, periodista y licenciada en Ciencias de la Comunicación



Una mujer, profesional dedicada e inteligente, se siente insegura cuando está a punto de dar una charla ante un grupo de personas en un auditorio. Cree que no puede hacerlo y en su mente sólo alberga la posibilidad de retirarse.

Del tema sabe y mucho: lee, estudia, investiga, pero cree que lo hará mal. Cuando le pregunto sobre el origen de lo que veo, me cuenta que alguien se encargó de convencerla de eso. Fue su exnovio, quien durante varios años la maltrató verbalmente. Cuando lo dejó, comenzó a sufrir las consecuencias de esta forma de maltrato que aún hoy muestra sus resabios.

Otra, apasionada por la fotografía, rechaza cualquier oferta laboral, porque su esposo le dice constantemente que no es buena. Colocando un falso manto de broma, se ríe de sus producciones. Ella tampoco maneja ni toma decisiones importantes en el ámbito familiar. "No puede, no sabe", dice él.

Una última mujer da cada paso con miedo porque en cualquier momento, su pareja la insultará. No se quedará conversando con un compañero de trabajo, tampoco se pondrá ese vestido que tanto le gusta, porque una vez ya la obligó a sacárselo. 
 
Ante estos y otros miles de relatos sobre la violencia psicológica, creo importante entender tres aspectos fundamentales: 

1. El hecho de que no haya un golpe, no significa que no exista violencia.

2. Esta forma de maltrato atenta contra la salud integral de las mujeres, que comprende el bienestar físico, psicológico y social.

3. Suele ser progresiva. Es decir que servirá para que se concreten otros tipos de violencia.


UNA DE CADA CUATRO MUJERES ARGENTINAS SUFRIO ALGUNA FORMA DE VIOLENCIA PSICOLOGICA POR PARTE DE SU PAREJA.

EL 90% DE ESOS CASOS, DERIVARON EN AGRESIONES FISICAS O SEXUALES

Fuente: Ministerio de Justicia de la Nación 


La Ley 26.485 (ya nombrada en artículos anteriores) hace referencia a este tipo de violencia como aquella que "causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal". También es la que "busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación, aislamiento". También se incluye aquí "la culpabilización, vigilancia constante, exigencia de obediencia, sumisión, coerción verbal, persecución, insulto, indiferencia, abandono, celos excesivos, chantaje, ridiculización, explotación y limitación del derecho de circulación o cualquier otro medio que cause perjuicio a su salud psicológica y a la autodeterminación".

LA SUTILEZA DENTRO DE LO IMPERCEPTIBLE

El punto principal que genera duda sobre si lo que estamos recibiendo corresponde a un tipo de violencia, tiene que ver con la sutileza que acompaña a las frases. Es decir, cómo se dicen, quién las emite y en qué contexto.

Si por ejemplo, en medio de una reunión, el varón resalta un aspecto físico de su pareja para hacer un chiste, los condimentos de esa escena (risa, caricia en la mejilla, abrazo posterior, complicidad de las personas presentes), disparan la duda: "Es mi pareja, la persona que me ama, ¿lo habrá dicho en serio?...No, seguro es una broma".

Dentro de todas las maneras de ejercerse, las mujeres se vuelven a encontrar con ciertas formas que confunden y muchas veces, aunque saben que les duelen, las dejan pasar. Esta acción tiene tramas: la confusión, lo difícil de aceptar que la propia pareja, padre, etc. sea quien ridiculice y la histeria, el estigma que pesa sobre las mujeres que se revelan ante algo.

Esta palabra, que adquirió un sentido misógino, ha sido desde siempre adjudicada al género femenino. De hecho, era vista como una enfermedad exclusiva de las mujeres en la medicina occidental hasta mediados del siglo XIX.

Sin hacer un recorrido histórico, es esencial señalar que el hecho de que hasta el día de hoy se siga pensando en estos términos, hace que el propio comportamiento se vea condicionado por estereotipos. Si no accedés a tener sexo, sos una histérica, si no te gusta algo y lo manifestás, también. Decir NO nunca fue un buen aliado para la imagen de las mujeres desde la mirada ajena.

Todas esas acepciones que vienen acompañadas de una presión profunda (aunque no exista el uso de la fuerza física), también son violentas. Y a lo largo de mi experiencia en contacto con muchas mujeres, todas coincidieron en que las huellas son a veces más profundas y duraderas que un golpe.

Cuando una mujer se siente presionada, amenazada, limitada en sus libertades, insultada, está siendo violentada. Ante esta situación, siempre considero elemental la función del entorno, en el caso de que exista. Querer que la víctima reaccione rápidamente, deje a su agresor y denuncie, es una utopía, justamente porque está atravesando una situación compleja de la que no es nada fácil salir.

Con este panorama, es importante que su contexto observe, indague (sin presionar) y en el caso de que se sepa algo, ofrecer ayuda y acompañamiento para lograr la separación del agresor. 

No será fácil, pero servirá para forjar una base amorosa, que desnaturalice la violencia y la corte desde sus raíces.

Si llegaste hasta el final de la nota, te proponemos responder una encuesta anónima que podés encontrar en la página de Facebook de La Mañana o ingresa a este link: ow.ly/Xo4r30lPqfm, para conocer cómo te sentís en tu relación de pareja. Siempre es importante mirar para adentro.


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