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El crédito como motor del bienestar

Una columna de opinión de Angel Luis Bigatti



Saber usar la herramienta del crédito, generoso y conveniente, mejorará la posibilidad de crear trabajo y riqueza nacional, a fin de lograr el bienestar general. En el análisis histórico, hay ejemplos de éxitos y fracasos; a veces se impone la burocracia estatal, otras la codicia de funcionarios públicos o un régimen de reglamentaciones impositivas leoninas.

El gobernante y su equipo nacional, coordinando con las provincias, deben ser capaces de manejar las herramientas económicas y financieras y crear fuentes de producción de bienes y servicios, mejoras sociales y obras públicas, abonados con los impuestos que la actividad económica productiva aporta. 
 
Actualmente, se pagan altísimos intereses expresados en divisas extranjeras que no tenemos. A estos costos financieros hay que pagarlos con producción. Lo que se hizo siempre fue contraer mayor endeudamiento y se postergó indefinidamente la solución.

El milagro económico parece posible cuando los fondos son reinvertidos sucesiva y armoniosamente. Si se maneja correctamente la herramienta del crédito, solventando proyectos de inversión productiva, el empleo crecerá simultáneamente con la producción y el consumo, siendo el progreso, el bienestar y la estabilidad financiera su buena consecuencia.

El desarrollo económico y social se logrará cuando las empresas crezcan, mejoren la productividad y se multipliquen las inversiones y puestos de trabajo genuino, con una equitativa distribución de la riqueza. Una sana política fiscal cuidará que se respete la capacidad contributiva, que no se agobie con tributos a los factores de la producción y que los ingresos que generen y se traduzcan en tributos sirvan para favorecen al conjunto social. 

Es vital que se logre el autoabastecimiento energético, controlando el Estado a los bancos y a la herramienta del crédito, quien así cumplirá una gestión rectora.

El país tiene serios problemas derivados del endeudamiento externo, producto de administraciones que usaron y abusaron del déficit fiscal como política de Estado.

El apoyo financiero del FMI alivió temporalmente el peligro de una crisis extrema, pero la solución definitiva parece lejana si no se toman medidas de inversión pública y créditos a los emprendedores privados que hagan que toda la sociedad trabaje y actúe coordinadamente. Hay que promover la búsqueda de mercados internos e internacionales y posibilitar una mayor producción y demanda, cuidando a la sociedad con el mejor remedio: el trabajo digno y productivo.

No podemos aminorar la marcha de la economía nacional, es preciso evitar que se detenga el aparato de la producción y que deje de girar la rueda del consumo, porque ello ocasiona mayor pobreza, un gravísimo problema social que sólo se corrige produciendo, pero atención a la política fiscal que no mide la capacidad contributiva y actúa como freno o desaliento a la inversión, al trabajo. Cuatro actores: Nación, Provincias, Municipios y los Bancos crean gravámenes distorsivos, costosos, que dañan y hasta conducen a la extinción de la fuente de creación de empleo, impuestos, bienes y servicios.

Hay que actuar frente a tormentas financieras provocadas por poderosos actores de un mercado donde confluyen la codicia y el extremismo. Es bueno reconocerlos para evitar el daño o atenuarlo. Es oportuno plantearse la instrumentación de un control de gestión que cuide los recursos tributarios y promueva la sana administración del Estado, porque ello hará a la credibilidad, generará la indispensable confianza para la inversión y se logrará el desarrollo y la unión nacional. 

El Estado promueve el crecimiento o se equivoca y lo desequilibra. Las circunstancias internacionales que actúan como marco pueden ser propicias o negativas. La inversión nueva disminuye el desempleo, mejora la productividad, aumenta los beneficios en general y el Estado garantizará que ello ocurra a través del control de gestión o la intervención directa en el mercado por medio de empresas del Estado o bien otorgando premios a quien planifica, organiza, dirige, coordina y controla un proyecto productivo que permitirá, a través de impuestos que respeten la capacidad contributiva, una sabia política fiscal redistributiva.

Deben oficialismo y oposición respetar siempre la transparencia, la buena conducta, como el marco necesario a una gestión inteligente, en función de que del buen resultado de una política económica dependerán la condición de vida y el futuro de los ciudadanos. Debe controlarse la gestión pública, cuidando que la codicia no se imponga a los valores de honestidad y eficiencia.

Otro tema a tener en cuenta es que no se necesitan dólares para invertir en obras públicas que utilizan exclusivamente bienes de producción nacional. Hay que cuidar de no endeudarse porque sí en el extranjero, porque lo que se estará financiando es la fuga de capitales y la pérdida de divisas, que sólo son genuinas cuando provienen de la exportación, no del crédito.

El Estado no debe olvidar al creador de fuentes de trabajo, quien está siempre empeñado en invertir, capacitar al personal para mejorar la productividad y si fuese posible, alcanzar la excelencia.


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