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Una columna de opinión de Benjamín Fernández Bogado



Los discursos de esta semana en Naciones Unidas de los jefes de Estado convocados anualmente a esa cita en Nueva York nos sirve para comprobar que el viejo orden instalado hacia finales del siglo pasado ha terminado por liquidarse. La globalización, que generó tantas expectativas ha sido sustituida por una visión cerrada, nacionalista y de muros. El discurso de Trump puede definirse como el triunfo del "sálvate como puedas" o "no me molestes con los temas comunes". La migración, el calentamiento global, la democracia, la preocupación nuclear o los bloques comerciales han dado paso a una concepción local, egoísta, donde lo particular se impone sobre lo colectivo. El mensaje como todo cambio en el orden mundial supone una serie de interrogantes que deberían responderse de manera que presuponga el inicio de un período de estabilidad o desarrollo. Sin embargo, la incertidumbre parece dominar el escenario mundial.

En términos de consolidación democrática hemos tenido en la globalización un factor que moderó favorablemente la consolidación del sistema. El comercio trajo consigo la expansión de la economía con la emergencia de grandes consumidores, como China, cuyo establecimiento como potencia mundial encontró en el comercio su sostenimiento más claro. Ahora con la guerra emprendida por EEUU en términos de tarifa, la voracidad del gigante asiático hacia los productos no manufacturados provenientes de nuestros países sufrirá una merma considerable y está por verse cuán sostenible es en el tiempo el progreso económico de los EEUU basado en su mercado interno y en el retorno de capitales a su territorio. Trump parece estar en la cresta de la ola con las buenas noticias en términos de bajo desempleo y desarrollo económico, pero habría que ver, reitero, si es sostenible en el tiempo. Podría servirle para ser reelecto con facilidad y si además le agrega alguna movida internacional que refuerce su posición como líder global, la cita electoral de noviembre le puede ser notablemente favorable. Habló del tema Venezuela el mismo día que aplicaba sanciones a connotados dirigentes de la nomenclatura de Maduro e hizo un guiño a los militares para sublevarse contra el régimen de ese país. No es descartable en estas condiciones una acción militar local con apoyo internacional que ponga fin al gobierno de Caracas e impulse positivamente la figura de Trump.

En este cambio de era pareciera que estuviéramos volviendo al viejo orden de los nacionalismos y golpes militares, repitiendo el ciclo que sumió por mucho tiempo a América Latina entre las peores referencias políticas del mundo. Es peligroso y debería redoblarse la apuesta en mejorar la calidad de gestión de la democracia con una mirada positiva que evite reacciones fascistas que justamente tienen en Venezuela un excelente ejemplo de lo que acontece cuando de castigar a la democracia se trata.

Definitivamente, el denominado proceso de globalización está en retirada aunque la opción que emerge en el horizonte no sea para nada optimista ni entusiasmarte. Requerimos demócratas de verdad que hagan políticas sostenidas en el bienestar de la gente y eso sí reflejaría un cambio de era completamente distinto a nuestra repetida tragedia latinoamericana.


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