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Su canto a la naturaleza le abrió las puertas de una sociedad excluyente a un joven músico toba

En 1960 se animó a decir "quiero estudiar". Sufrió racismo y discriminación, pero también conoció buenas personas. En 2019 cumplirá 50 años como cantante y es por eso que su mayor anhelo es celebrarlo con un festival para recordar las oportunidades que le dio ese hecho a su comunidad. Fue pionero e inspiró a muchos jóvenes aborígenes a superarse



En una época de evangelización y colonia, un niño de la etnia toba soñaba con conocer "cómo era el mundo de los cristianos". Con una determinación a prueba de todos los pronósticos, uno de los 14 hijos de don Julio Shitaki se animó a romper las fronteras y mediante su canto se transformó en el ícono de su pueblo.

Nuestro protagonista de Historias de Vida de esta semana es Isaías Shitaki, agrotécnico y cantautor reconocido a nivel latinoamericano.

Nació en Laguna Naineck, precisamente en la Colonia La Primavera, un 25 de agosto de 1948. Su padre se llamaba Julio Shitaki, vivió hasta los 103 años, y su madre, Sipriana Capiagay, lo hizo hasta los 97 años. Tiene 14 hermanos.

Está en pareja hace varias décadas con Ana Eva Villalba y fruto de esa unión nacieron 6 hijos. Tiene 14 nietos y varios bisnietos.

Recorriendo su casa, en cada pared y rincón se observa un recuerdo de su carrera como músico. Fotos con personalidades, certificados de reconocimiento, regalos, obras de arte realizadas por sus nietos hasta botellones llenos de tapitas. ¿Por qué? Hay una historia detrás. La familia Shitaki es fiel defensora de la ecología y de la tarea que realiza el Hospital Garrahan. A raíz de la leucemia que le detectaron a uno de sus nietos, cuando tan sólo tenía meses de vida, conocieron el trabajo que se realiza en el nosocomio. Ana, esposa de Shitaki, no puede contener las lágrimas cada vez que recuerda que su nieto salvó su vida ahí y la dedicación y el amor con que lo atendieron. "No entiendo cómo el Estado no le facilita toda la ayuda necesaria a ese hospital. Es increíble el trabajo que realizan, el equipo humano que tienen. Es admirable. Deberían contar con todo el dinero para continuar, porque salvan muchísimas vidas. Por eso, al menos con mi familia juntamos las tapitas para mandar al Garrahan, y aprovecho para invitar a todos los formoseños a hacer lo mismo. No cuesta nada, es sólo juntar tapitas", animó.

Esa es una razón aparte, pero que el matrimonio pidió resaltar especialmente. Antes de que vivieran los hijos y nietos, Isaías transcurrió un sacrificado camino.

Superación

En el año 1962, cuando Formosa todavía era Territorio, pisó este suelo junto a sus padrinos cristianos. Resulta que el administrador de la Colonia La Primavera, que en ese entonces tenía una extensión de 5 mil hectáreas, era Adolfo Tendil Acosta, quien atendía los bienes del Estado en esa zona, como el ganado y la agricultura.

Cuando lo trasladaron a Formosa, le ofrecieron a Isaías la oportunidad de venir con ellos para cumplir su deseo de estudiar, ya que en la Colonia no había escuelas. Así fue que terminó la primaria en Formosa, con 13 años aproximadamente.

Entonces, su padrino Acosta le consiguió una beca para que continúe los estudios. 

Cuenta Shitaki que en ese entonces estaba como gobernador Augusto Sosa Laprida, quien le dio la oportunidad de que vaya a estudiar a un colegio agrotécnico ubicado en Luján, provincia de Buenos Aires. 

"Salí de la Colonia para descubrir las cosas que hacían los cristianos, aprender cosas nuevas, siempre me interesó aprender. Gracias a esas ayudas que recibí, donde todo era mucho más difícil que ahora en cuanto al rechazo y la discriminación por ser aborigen, tuve la oportunidad de conocer cómo era el mundo de los cristianos. Fui testigo de lo bueno y de lo malo", relató. 

Comentó que en esos años, era una estricta necesidad que para entrar a una institución educativa había que estar bautizado. Es por eso que el señor Tendil y su esposa fueron sus padrinos.

Recordó también que era una época muy difícil. Había mucha diferencia entre los aborígenes y el resto de la sociedad. "O sos indio o sos cristiano, y entre ellos había un abismo", contó.

Pese a todo, Isaías quería superarse a mí mismo. "Conocí gente buena y mala, muchas personas muy aguerridas y racistas, pero elijo quedarme con el aprendizaje", expresó.

La música

No fue nada fácil, pero su esfuerzo y reconocimiento a través de la música le valió no sólo a él, sino a muchos aborígenes, el acceso a la sociedad, por decirlo de alguna manera. Para entenderlo, hay que situarse en esa época.

"En 1970, los militares estaban en el gobierno, pero más allá de lo que se cree, los militares tenían mucha aceptación al sector aborigen. Gracias a ellos yo estudié. Cuando retorné a Formosa con el título de Agrotécnico, se dieron cuenta de que podían darle la posibilidad de estudiar a muchos otros jóvenes aborígenes. Entonces, comenzaron a llamar para ingresar a las Fuerzas Armadas", contó. 

Muchos se fueron y eso resultó bueno para ellos, afirma. 

"Lo que más me abrió puertas fue cuando empecé a cantar. En 1969 gané un festival grande que se hizo en Laguna Blanca. Se llamaba Festival Provincial del Nordeste, donde participé como solista de canto. Le gustó mucho a la gente, por eso empezaron a invitarme a otros escenarios", relató.

De ahí en más cambió su historia. Con la fuerza de su arte en la guitarra y voz, cada vez se hizo más conocido. "Una vez, el gobernador Sosa Laprida me llamó y me convocó para integrar la delegación mayor que iba todos los años a Cosquín para representar Formosa como solista e ir a Rosario, en el monumento de la bandera, para participar de 8 días de festival", expresó.

Influencia

"Nunca me esperé que el canto me llevara a eso", aseguró. Desde niño escuchó cantar a su padre entonaciones a la naturaleza, y quizás eso lo impulsó a cantar. Su talento es innato y con el transcurso de los años fue perfeccionándose en el arte.

Su padre y su madre no querían que Isaías salga de la Colonia. Tenían miedo del rechazo y la discriminación que podría sufrir su hijo.
Cuando terminó su presentación en Cosquín y en Rosario, su carrera como músico despegó para siempre. 

Fue invitado a cantar en escenarios de Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay, países limítrofes, representando a Argentina. "Siempre lo hice destacando lo que es nuestro, nuestra cultura aborigen, el sentido de pertenencia con Formosa, mi identidad, anunciando que soy aborigen toba y que represento a mi país", enfatizó.

En cada tema le canta a la naturaleza, a la vida, a las emociones. "Mis canciones de origen no tienen letra y el folklore es lo que me identifica. Esta profesión me ayudó a conocer a muchas personas, que guardo en mi corazón. Más allá de los años y del reconocimiento, jamás perdí mi identidad. Gracias a eso, muchos jóvenes reaccionaron y tuvieron deseos de superarse, estudiando y aprendiendo oficios. Es una llave de entrada a la sociedad", aseguró.

Sin rencores

"El tiempo pasa, por eso aprendí que en la vida hay que ser agradecido. Me acuerdo que en un tiempo estuve muy mal de salud, por la sinusitis. Me tenía que operar y no sabía si iba a volver a cantar, pero un empresario santafesino y un amigo, Ribetti, que conocí en Formosa, me llevó a Córdoba a hacer un tratamiento que me curó. Gracias a ese amigo que se preocupó por mí pude volver a cantar. Doy gracias a mis padrinos que me formaron como ser humano. También agradezco al gobierno de Sosa Laprida, que fue el que me dio la oportunidad de estudiar y hacerme conocer para integrarme a la sociedad", resaltó.

Consideró necesario reiterar que "el aborigen es igual a cualquier ser humano; si le dan la oportunidad, va a aprender. Necesitan la oportunidad, porque muchas veces no tienen buenos representantes o no les permiten hablar, pero los deseos de superarse están, necesitan ser escuchados".
Más allá de eso, reconoce que hubo un avance en la inclusión y la educación de sus hermanos.

Anhelo

Isaías contó que el año que viene va a cumplir 50 años como cantante y que su mayor anhelo es celebrarlo "a lo grande", por todo lo que significa y significó su carrera. "Ojalá Dios me dé las posibilidades para hacer un festival para la gente y celebrar", concluyó.

* Por Valeria Díaz de Vivar -periodista- y Gustavo Aguirre -reportero gráfico-.


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