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No todo lo que brilla es oro

Una columna de opinión de Enrique Zanín



No puede pensar el Gobierno que la reunión del G-20 en Buenos Aires ha sido la puerta de entrada de las inversiones, el punto de partida del crecimiento y el punto final para la crisis actual. Nada de eso es cierto y son muchas las etapas que deberán sucederse hasta alcanzar un mínimo de estabilidad y confianza de los inversores externos.

El presidente Macri mostró al país como el supermercado del mundo, integrándonos al libre mercado sin trabas para importaciones, impulsando las exportaciones, pero sin incentivos ni estrategias de inserción, ni objetivos de mediano y largo plazo por lo menos claros. En este mismo momento, Estados Unidos y China, protegen sus producciones, desatan una verdadera guerra comercial y caen sin piedad sobre nuestros desprotegidos mercados locales.

Sabemos que la disminución de los aranceles a las importaciones que son competitivas con la industria local, provocan la pérdida de puestos de trabajo, exigen mayor cantidad de divisas para pagarlas y restan porcentaje en el cálculo del PBI. Son la piedra insalvable para el crecimiento y supervivencia de las PyMEs, que no tienen colchón ni paracaídas en este salto hacia el vacío. 

Se han malgastado fortunas de créditos externos sin objetivos precisos de crecimiento. No se ha invertido en obras básicas de infraestructura en el interior, se paralizan obras como la planta de potabilizadora de Clorinda, se amesetan la ejecución de obras viales, se recortan subsidios, se eliminan beneficios para los jubilados, pensionados y sectores vulnerables, se restringen recursos para la educación y la salud.

Nadie puede suponer que Alemania, Rusia, Estados Unidos, China, la Unión Europea, pecan de altruismo exagerado, trayendo mieles sobre Argentina, bendiciendo sus políticas financieras y comerciales, sin que exista un interés explícito, concreto y tangible como es la colocación de sus excedentes productivos, conseguir mejores contratos para sus empresas y extraer los recursos naturales a partir de la primarización de la economía. Conlleva esto el descarte de la industria nacional en todos sus niveles. 

Alguien por estos días dijo que hay países que han crecido a niveles extraordinarios sin industria automotriz, por ejemplo. Seguramente será así, pero hoy no es solución para una Argentina que tiene en el mercado interno su principal fortaleza. Seguramente hay que hacer cambios estructurales, pero estos cambios llevan tiempo, se desarrollan a la par de ir consolidando sectores de la economía que permitan reemplazar actividades más eficientes y competitivas por otras que no tienen mayor impacto en el crecimiento y desarrollo del país. La planificación es la herramienta esencial en este proceso de cambio y no vemos que el Gobierno nacional tenga una sola idea de cómo lograrlo. No ayuda el viento a favor cuando no se sabe cuál es el rumbo. 

No todo lo que brilla es oro. El G-20 le dio al Gobierno una vidriera para mostrarse, pero no le dio el aval ilimitado. Mientras cumpla Macri con los deberes, seguirá siendo aplaudido y homenajeado por sus pares del G-20. Pero tiene que tener la exacta noción de quiénes son sus integrantes, que en conjunto representan el 85% del PBI mundial. No existimos en términos económicos, no somos potencia y mucho menos amenaza para sus mercados. Eso sí, nos exigen cumplir a raja tabla con sus premisas, porque de no ser así, los amigos entrañables de hoy, serán los enemigos acérrimos de mañana. 


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