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#MiráCómoNosPonemos para escribir la historia

Hablemos de igualdad: por Heliana Guirado, periodista y licenciada en Ciencias de la Comunicación



La denuncia de violación contra Juan Darthés que realizó hace tres días una actriz conmovió al país y al exterior. Los medios dedican grandes espacios al tema, las redes sociales estallan y el mundo artístico reacciona, luego de enterarse de que este hombre (denunciado previamente por otras tres actrices) abusó de una nena de 16 años en un hotel de Nicaragua.

Nuevamente estos temas son aptos para realizar un análisis acerca del contexto en el que se desarrollan y la influencia de las actitudes personales y grupales respecto de su exposición.

Darthés fue denunciado en 2017 por Calu Rivero, Ana Coacci y Natalia Juncos. Cada una por separado decidió contar los abusos sufridos por el actor. Sin embargo, la reacción de la sociedad no fue la misma, ya que muchas personas no sólo minimizaron lo sucedido, sino que además afirmaron que se trataba de una "movida mediática". Así, sus relatos pasaron de largo sin pena ni gloria y el denunciado crecía profesionalmente.

En este caso, el colectivo Actrices Argentinas se unió para apoyar la denuncia de su compañera. Lo hicieron movidas por la sororidad, pero también tuvieron que hacerlo para crear una especie de soporte y darle a la sociedad la credibilidad que exige. Aún así, muchos usuarios de redes sociales y periodistas volvieron a poner el ojo sobre la víctima: cuánto tiempo esperó para hablar, por qué lo hizo frente a una cámara, por qué en sus fotos de redes sociales se la ve contenta y el estigma de la "mala víctima" vuelve a sobrevolar muchas mentes.

En una sociedad patriarcal, el androcentrismo es el principio rector. Esto hace que el modelo y punto de vista válido sea el del varón, que a su vez debe tener ciertas características para encajar en ese rol: ser blanco, heterosexual, de clase media-alta, etc. Ese modelo rige las estructuras que conforman un todo, dejando a las mujeres en un lugar de inferioridad en materia de derechos: vivir una vida libre de violencias es uno de ellos. Y como este sistema acepta a la mujer como un objeto (aunque no se lo afirme explícitamente) cuando ocurre un caso de violación, las miradas y los juzgamientos recaen automáticamente sobre ella. Esto es lo que genera, principalmente, que muchas víctimas decidan no contar lo que les sucede.

El abuso sobre los cuerpos de las mujeres se produce desde hace muchos años y fueron las feministas del siglo XX las que comenzaron a poner énfasis en este tema mientras rechazaban las opiniones tradicionales que afirmaban que ellas "disfrutan de las violaciones" o "las provocan". 



"Si las mujeres no dejan de ser vistas 
como objetos manipulables a través 
del ejercicio del poder y la complicidad, 
y si no se incluye a la perspectiva de 
género en todas las áreas, 
esas condenas sólo serán vendas 
que se remueven con el agua 
y los casos nunca terminarán"




Esos discursos, un siglo después, todavía se escuchan. ¿Por qué? Por la intensidad de la reproducción de un discurso dentro de un sistema que se fortaleció. Esto generó que se establezca una fórmula de causa-consecuencia que expresa que "esto es así, por algo". Todos los aditivos que se suman a un caso de violación (vestimenta de la mujer, actitudes, posterior reacción) son algunos de los discursos que la historia muestra como vivos en la Europa del siglo pasado y que llegan hasta hoy, con algunas modificaciones, pero con la misma intencionalidad.

En esos tiempos también manifestaban a través de escritos que era tanto el miedo que sentían frente a la violación, que no tenían más remedio que buscar una protección masculina para evitarla. Al darle contemporaneidad a eso, se ve que en la actualidad sucede lo mismo, cuando en un boliche las mujeres tienen que inventarse un "novio" para terminar con el acoso de otro varón.

Incluso las tripulantes de cabina de avión se ven obligadas adecir que están casadas (aun cuando no es cierto) para evitar la incomodidad que sienten por algunos pasajeros.

Este es uno de los motivos por los que para alcanzar la igualdad de derechos (que implica una obligación para los Estados), las mujeres deben tener un tratamiento idéntico al de los varones y a veces también un tratamiento diferenciado porque tanto las diferencias biológicas entre ambos, como la desigualdad histórica, así lo exigen.


EL DOLOR NO PRESCRIBE 

Mucho se dice sobre el tiempo que se tarda en denunciar. Como exigiendo que se rindan cuentas, se deja de lado el hecho de que cada una lo vive y procesa cuando puede. 

En el transcurso, se ve cómo las violencias salen a la luz gracias al apoyo de una horda de mujeres que arriesga todo para defender la palabra de una compañera, generando un "efecto dominó" y alentando a muchas otras a contar lo que les pasa.

La Justicia también hizo un giro importante para dar contención respecto al tiempo de las víctimas para hablar: en 2015 la Ley 27.206 de Delitos contra la Integridad Sexual incluye modificaciones relevantes. Una de ellas suspende la prescripción de este tipo de delitos, "mientras la víctima sea menor de edad y hasta que habiendo cumplido la mayoría de edad formule la denuncia o ratifique la formulada por sus representantes legales".


LEGITIMAR LAS ACCIONES DEL VIOLADOR 

Ante hechos que atacan directamente y ponen en riesgo la integridad física y psicológica de las mujeres, se insiste sobre la importancia de dejar de darles espacios a los varones violentos. Muchos piensan que se debe a una especie de venganza, como si esto se tratara de una película de acción. Pero la realidad es que como la violencia de género tiene un origen cultural y social, seguir aceptándolos dentro de sus grupos de pertenencia (muchas veces validados por ellos mismos), sólo refuerza y legitima sus acciones.

A la industria del entretenimiento argentino no le pareció suficiente que una mujer saliera a contar su experiencia y le siguió dando trabajo al victimario. Sus colegas también lo defendían. Ahora no, porque todo es demasiado evidente y la violencia llegó a un extremo. Pero existen muchas formas de ejercerla, y son las más sutiles las que deben analizarse, para no alcanzar el último eslabón de la cadena.

Este caso particular es uno entre muchos que nos rodean. En este momento hay en el país y en el mundo miles de mujeres que están siendo abusadas por sus parejas, hermanos, jefes, compañeros, esposos. Algunas de ellas lo están contando, otras lo harán dentro de muchos años y otras (si no encuentran un entorno que las acompañe) posiblemente no lo hagan jamás.

Que los violentos reciban una condena social y judicial por sus actos sirve y mucho. Sin embargo, si el sistema machista no desaparece, si la masculinidad patriarcal no para de reforzar la cultura de la violación, si las mujeres no dejan de ser vistas como objetos manipulables a través del ejercicio del poder y la complicidad, y si no se incluye a la perspectiva de género en todas las áreas, esas condenas sólo serán vendas que se remueven con el agua y los casos nunca terminarán.




 "Mucho se dice sobre el tiempo 
que se tarda en denunciar. 
Como exigiendo que se rindan cuentas, 
se deja de lado el hecho de que 
cada una lo vive y procesa cuando puede"



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