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Violaciones: ¿Un hecho social o individual?

¿Cuándo hablamos de la violencia sexual? ¿Por qué violan los violadores? ¿Por qué las estadísticas de abuso sexual infantil no bajan en la provincia? ¿Cuál es la distancia entre los avances legislativos y el giro cultural?




*Por Daniela Carrizo -periodista-

El miércoles pasado, un niño de un año y seis meses fue encontrado sin vida en el interior de un pozo ciego de una vivienda de Comandante Fontana. El resultado de la autopsia estableció que el pequeño falleció ahogado, sin embargo, lo que en principio pareció un accidente se convirtió en un episodio horroroso: en las pericias observaron un desgarro producto de un abuso sexual. Lo habrían violado y asesinado. Hasta el momento hay un detenido: su tío. En lo que va del año, trascendieron al menos cinco hechos de abuso sexual en Formosa que -según las estadísticas- representan sólo una mínima parte de la cifra total. En la segunda semana de enero, una niña del barrio Namqom de nueve años se animó a contarle a su papá que su tío había abusado de ella. A los días, en Pirané, un joven de 25 años fue detenido luego de que una adolescente de 13 lo denunciara por intentar violarla. También detuvieron a un abuelo en Güemes por abusar de su nieta de 12 y casi terminando ese mes, en Tres Lagunas, tres hombres violaron a una joven hipoacusia de 23 años que estaba visitando su pueblo por las vacaciones. Este último hecho se suma a la larga cola de violaciones en manada que se sucedieron en el país en los primeros días del año y que abre una lectura de las violaciones, lejos de un hecho privado e individual, como un fenómeno social: una manifestación patriarcal. 


El abuso sexual -sobre todo hacia menores- es un problema histórico en la provincia y si bien se dieron cambios positivos para abordarlo, las políticas públicas hasta hoy parecieran ser insuficientes. En diálogo con La Mañana, Alejandra Carrizo y Eva Vizcaíno, dos profesionales de la salud mental integrantes del Integrantes del Equipo Promoción de Vínculos Saludables del Centro de Atención Primaria de la Salud "Dr. Pablo Bargas", analizaron la violencia sexual dentro y fuera del ámbito de la pareja e invitaron a pensar el abuso desde un enfoque estructural.

Violencia sexual
en la pareja


"Como sucede en la mayoría de los casos de abuso sexual infantil, que se dan hacia el interior de la familia y luego en ámbitos cercanos como el barrial o el educativo, los casos de violencia sexual ocurren principalmente en el ámbito de la pareja", expresó Eva Vizcaíno para desnudar una de las caras de la violación de la que poco se habla: la que sucede dentro de la casa, entre convivientes. 

La violencia sexual en el ámbito de la pareja existe, pero permanece disfrazada por mandatos patriarcales que ubican a la mujer como posesión del hombre y le otorgan el rol marital de estar a su disponibilidad para complacerlo. 

"Lo que sucede con las violaciones intrafamiliares es que no son reconocidas como tales, por lo tanto no son denunciadas. Pero todas las mujeres que llegan a nuestro servicio por cuestiones de violencia de género, han vivido situaciones de acoso o de violencia sexual", explicaron las profesionales. Aunque aclararon que esta realidad es reconocida por cada mujer en las instancias grupales, tras un proceso largo de tratamiento.

Establecido en la Ley Nacional 26.485, la violencia de género es toda conducta de acción u omisión hacia la mujer basada en una relación desigual de poder, "que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal". Según esta norma, es considerada violencia sexual la acción, ya sea con o sin acceso genital, que "implica la vulneración en todas sus formas del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva, a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres".

Valiéndose en la experiencia de su trabajo, Vizcaíno y Carrizo observan que a los hombres les sorprende tanto la definición de violencia sexual en el ámbito de la pareja, como a las mujeres, la novedosa posibilidad de negarse a tener relaciones sexuales con su pareja cuando ellas no lo desean. "Algunos hombres tienen tan naturalizada la violencia que ejercen sobre la mujer que no la ven como tal, les sorprende el concepto de violencia sexual en el ámbito de la pareja. Esto sucede porque hay un discurso construido sobre el matrimonio donde la esposa tiene la obligación de servir, atender y satisfacer al marido, y debe aguantar la violencia para "cuidar" la familia. Está instalado en muchos sectores a tal punto que a las mujeres les sorprenden saber que ellas puedan decir que no, en lugar de poner excusas, y que sólo deben tener relaciones sexuales si lo desean", comentaron.

Indicaron así que muchas mujeres cansadas del acoso permanente, pierden el deseo hacia sus parejas y sienten culpa por ello sin si quiera percibir el ejercicio de uno de los tipo de violencia de género contemplado en la ley nacional. En cuanto a los varones, explicaron, algunos logran darse cuenta y admitir el ejercicio de la violencia que en definitiva es producto de una crianza patriarcal violenta -o "recta", según justificarán éstos- que a su vez es reforzada por el abordaje comunicacional del sexo y las relaciones.

En este último sentido, se refirieron al poder de los medios en la construcción cultural -global- de las representaciones sociales observando que "tanto la pornografía como la representación de la sexualidad en la tele y el cine, se construye en base a la dominación masculina, donde siempre se focaliza en la mujer satisfaciendo al varón, invisibilizando el deseo femenino e incluso sancionándolo: la mujer que busca, que goza, es mal vista".


Mujeres violentadas
y hombres violentos


El equipo de Prevención de Asistencia y Violencia Familiar trabaja en el Centro de Salud Dr. Pablo Bargas, desde el año 2000. Empezó con la doctora Julia Costanzó como directora cuando aún no existía la ley de Protección Integral a la Mujer (26.485) y se hablaba de violencia familiar o doméstica, en lugar de violencia de género. Luego de la creación de esta norma e iniciado el giro cultural que se está dando en la Argentina en torno a las cuestiones de género, el abordaje territorial del equipo de prevención y asistencia, expandió los límites. Hoy trabajan articuladamente con la Oficina de Violencia Intrafamiliar y otros organismos del Estado.

"La mayoría de los casos de violencia de género se derivan a este servicio, sobre todo a los hombres, ya que es el único que trabaja con ellos", comentaron dos de las psicólogas con las que cuenta el equipo. Entre las modalidades de atención, ofrecen tratamientos grupales "de ayuda mutua" para mujeres víctimas de violencia y por otro lado, para los hombres que ejercen violencia con sus parejas. 

"Las mujeres y hombres que están dispuestas y tienen condiciones, se incorporan a las terapias grupales", aclararon para mencionar que el objetivo principal en los grupos es la "deconstrucción". Así lo describieron: "Trabajamos sobre estos mandatos, para poder pensar lo que está visto como algo natural desde la intimidad, como algo social que nos excede y que tiene razón en un orden establecido pero que se puede de-construir." Para esto, lo primero es hablarlo.

"Para que uno pueda pensar las cosas, debe ponerlas en palabras", explicó Eva, y Alejandra aseguró que la mayoría de las personas no hablan de estas cuestiones con otras y pasan años sometidas a una relación no mediatizada por el deseo. En general, plantean, a los hombres les cuesta hablar de sus sentimientos y a las mujeres de lo que a ellas les pasa en la relación con el otro. 

"Los procesos son de cada uno. En los grupos hay libertad para que cada quien participe desde su subjetividad y con lo que quiera contar, tolerando el aporte de su par", explicaron para resaltar que el fenómeno grupal permite sacar ese mandato -que se muestra privado, individual- al orden de lo social. "Cuando uno puede sacar un problema de la intimidad y depositarlo como algo social que nos excede, puede deconstruir y empezar a pensar otras formas, modos, de ser y relacionarnos".


¿Cuánto influye 
el patriarcado?

"El proceso grupal es importante tanto para las mujeres como para los hombres, pero algunos se niegan a hacer este cuestionamiento, interpelarse, y ven un goce asociado a sostener esos modos de violencia. Éste es un límite para intervenir. A nivel terapéutico, los trabajadores de la salud mental acompañamos un proceso pero no somos los agentes de ese proceso" expresaron e indicaron que en el segundo caso, la única intervención posible es la judicial.

La lectura de la violación, ya sea dentro de la relación conyugal o fuera de ésta, debe leerse como un hecho público y no individual, sobre todo considerando la frecuencia con la que suceden. En este marco, Eva y Alejandra proponen pensar al acto de la violencia sexual, casi como un reflejo del concepto de masculinidad que propone el patriarcado. 

"La masculinidad es una afirmación del poder que también se da en el plano sexual. Los hombres tienen que dar prueba de su hombría. Por ejemplo, cuando se inician sexualmente con prostitutas alentados e influenciados por otro hombre mayor que por lo general es el padre o el tío".

En cuanto al aberrante hecho que sucedió en Tres Lagunas, que se suma a una seguidilla de violaciones grupales en el país, en lo que va del año, una de ellas analizó: "Con su investigación sobre las estructuras elementales de la violencia, la antropóloga Rita Segato plantea que las violaciones grupales tienen que ver con cuestiones vinculadas al poder del hombre que busca reafirmarse como varón frente a otros varones. La mujer es un medio para que ellos conquisten ese status frente a sus pares".

Al tratarse de una cuestión social y cultural, el abordaje estatal de protección y de prevención del abuso sexual, tanto como el mediático, debe incluir una mirada social y que contemple además, otras categorías como la clase social y la etnia. Ya que -según los aportes de las psicólogas- por más avances en materia legislativa que hubo en los últimos años sobre estas cuestiones, hoy, ni la opinión pública ni el accionar de las instituciones están libre de prejuicios en el abordaje de la violencia. Por lo tanto, una adolescente violada, criada en un contexto de protección familiar y con ciertas pautas de crianza, no siempre tiene el mismo tratamiento que una adolescente violada, criada en un contexto desprotegido y marginal. Y esta diferenciación se debe además, a particularizar los hechos de violencia sexual, en lugar de abordarlos como una cuestión social.


Abuso sexual infantil
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En cuanto al abuso sexual infantil, se han introducido modificaciones importantes en los últimos dos años en materia legislativa, como la Ley 27.352 que define en forma más precisa las acciones que comprende el delito de abuso sexual, o la que obliga al Estado a actuar de oficio ante los delitos de abuso sexual infantil, ya que pasaron a ser de acción pública. A partir de esta reforma, si se conoce el hecho de que un menor fuera víctima de abuso sexual, cualquier ciudadano puede hacer la denuncia y el Estado está obligado a investigar los hechos denunciados aunque no hayan sido ratificados por los tutores del niño, niña o adolescente.

"Este fue un gran avance ya que muchas veces sucede que las madres de los niños o las niñas abusadas -también violentadas psicológicamente-, no asumen la problemática y se niegan a denunciar el delito. Mientras tanto, hasta antes de la ley, la víctima no era apartada del entorno de abuso. En lo judicial, era un gran obstáculo y fracasaba el sentido común", opinaron las psicólogas.

Así, luego de resaltar la importancia de considerar la palabra del niño entre otros indicadores corporales y psicológicos que se presenten, evaluaron que "si bien hubo cambios, todavía hay trecho que caminar". 
 
Según estadísticas del 2017, en Formosa llegan a judicializarse alrededor de 300 casos de abuso sexual infantil por año, quedando otro porcentaje aún mayor en el silencio. Pese a los avances, la distancia entre las leyes y el giro cultural sigue siendo significativa, y el repudio social y mediático de esta problemática, insuficiente.












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