Adriano "Pelado" Acosta, víctima de la última dictadura en el país, contó cómo las secuelas de las torturas hasta hoy en día "no lo dejan vivir en paz". Aseguró que no le guarda rencor a los militares y dejó un mensaje alentador: "Fueron animales adiestrados y no siento bronca por ellos. No voy a responder con más odio por lo que me hicieron".
El 5 de agosto de 1976, militares vestidos de civil irrumpieron en su lugar de trabajo por orden del Regimiento de Formosa y desde ese momento, "Pelado" Acosta vivió reiterados sistemas de torturas en varios lugares del país que hasta hoy recuerda con mucho dolor. "Es importante que se sepa las atrocidades que cometieron los militares en la última dictadura. Nos sometieron a los más bajos maltratos y vejaciones en los distintos puntos clandestinos de detención". "Estuve en Formosa, Chavo, Santa Fe y La Plata, en todos estos lugares sufrí torturas que hasta hoy en día no me dejan vivir en paz. Hace dos días atrás estaba durmiendo y salté de la cama porque sentía las picanas eléctricas. Sigo soñando con las cosas que me hicieron cuando me tenían detenido", detalló.
Para Acosta el tiempo transcurrido no sanó las heridas. Pese a ellos, asegura que hoy no le guarda rencor a los militares o agentes de las fuerzas armadas nacionales.
"Desde que salí y volví a ver a mi familia después de tres años, no actué con odio porque entiendo que ellos actuaron como animales adiestrados. Fui responsable de Ceremoniales en el Poder Judicial y tuve contacto directo con uniformados; siempre me manejé desde la diplomacia y sin responder con odio. Ya me la hicieron...", agregó.
Vale recordar que estas descripciones que realizó Acosta en el aire de Radio Viva, están enmarcadas por la dictadura cívico-militar que asaltó el poder el 24 de marzo de 1976 a través de un golpe de estado al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Este periodo triste de la historia argentina que se prolongó hasta el año 83 tuvo sus consecuencias en Formosa y el ex sindicalista es uno de los testimonios vivientes. "El miedo persiste, me persigo aún en que en cualquier momento me pueden levantar. Vi cómo torturaban a compañeros con el submarino (sumergidos dentro de un tacho ), sufrí en carne propia los golpes cuando me ponían dentro de una bolsa, observé la silla eléctrica y las camas donde usaban torturar a las personas. En una oportunidad pedí que me peguen un tiro antes de seguir viviendo esas atrocidades", manifestó.