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El siempre precarizado trabajo de las empleadas domésticas

Hablemos de igualdad, por Heliana Guirado, periodista y licenciada en Comunicación Social



Pocos trabajos son tan poco reconocidos y subestimados como el que realiza el personal doméstico. Las mujeres, sus principales ejecutoras, sufren distintos tipos de maltrato por parte de quienes las contratan. Lo más duro es que muchas veces ese maltrato está disfrazado de "cariño" porque las hacen sentir como un miembro más de la familia (a quienes se puede tener en la informalidad), lo que genera confusión en las que todos los días cuidan y limpian los bienes materiales de otras personas.En las diferentes sociedades y a lo largo de la historia, las construcciones familiares tuvieron un modelo a seguir: el conocido matrimonio heterosexual con hijxs, conocido como "familia tipo". En este modelo, las funciones estuvieron desde siempre muy bien establecidas: el varón era el proveedor económico y la mujer se encargaba de cuidar a los hijos, adultos mayores y personas enfermas, cocinar, limpiar y llevar en la mente todo lo que tenía que ver con los trámites, vacunas, tareas de la escuela y demás cuestiones propias de la crianza de lxs menores.Con el paso del tiempo, esta situación tuvo giros importantes que estuvieron marcados por el acceso a la educación y al mundo laboral externo por parte de las mujeres. Sin embargo, echando un vistazo al mundo actual, se ve que son ellas las que mayoritariamente todavía se encargan de esas actividades que hacían sus antecesoras, pero ahora se suman también las horas que trabajan fuera de sus hogares y las cifras así lo demuestran: el estudio 'State of theWorld'sFathers: Time forAction', explica que a nivel global, las mujeres latinoamericanas trabajan 8,3 horas de media, mientras que los hombres 7,7 horas.En situaciones más ideales (teniendo en cuenta la difícil situación económica que atraviesa Argentina), quienes pueden pagar a alguien que realice las tareas domésticas contratan a una mujer, que hará el trabajo de otra y seguramente otra estará cuidando a sus hijos y limpiando su hogar mientras ella lo hace. Se forma así una cadena que deja ver cómo entre mujeres pobres, la deserción escolar y la dificultad para acceder a trabajos formales se agrandan, debido a las tareas que deben realizar en sus ámbitos familiares e íntimos. Pero, ¿cuál es la situación de estas trabajadoras? El pasado 3 de abril fue el Día de la Empleada Doméstica, en conmemoración a la promulgación de la Ley 26.844 (Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares), que establece derechos para el personal. Entre ellos se encuentran las jornadas de trabajo, que no podrán exceder de ocho horas diarias, "ropa y elementos de trabajo, que deberán ser provistos por el empleador" y "alimentación sana, suficiente y que asegure la perfecta nutrición del personal. Dicha alimentación comprenderá: desayuno, almuerzo, merienda y cena, las que en cada caso deberán brindarse en función de la modalidad de prestación contratada y la duración de la jornada", entre varios otros.Si se traslada la teoría a la práctica, el panorama habla de una continuación en la discriminación que sufre este sector. El sitio Economía Femini(s)ta, en una nota escrita por Sol Milondo, brinda los siguientes datos:• La ley vigente no garantiza el acceso de las empleadas domésticas a la seguridad social. Esto significa que aunque estén en blanco, siguen siendo precarizadas. "Para el caso de las trabajadoras con una relación laboral mayor a 16 horas, el aporte les permite acceder a una obra social con las prestaciones básicas (y pagando coseguros), pero sin cobertura para su grupo familiar. Para obtenerla deben realizar ellas mismas aportes 'voluntarios' para cada persona adicional".• A pesar de que se incrementó el número de registros de empleadas, la informalidad sigue estando presente (en 2014 alcanzaba al 78% de las trabajadoras). Lo paradójico de esto es que las personas empleadoras tienen una asistencia fuerte del Estado para paliar el costo de la formalidad. Según explica el sitio, "frente a esta encrucijada, se dispuso que una buena parte de los costos laborales fuese (o continuara siendo) absorbida por el Estado: las licencias por maternidad son cubiertas por el Estado, así como las asignaciones familiares (ya que las empleadas acceden a la Asignación Universal por Hijo), a la vez que se alivia, con exenciones fiscales, del pago del Impuesto a las Ganancias, el peso de los costos asumidos por empleadores para aseguradoras de riesgo y contribuciones a la seguridad social. Además, al distribuir la carga de las cotizaciones a la seguridad social, curiosamente la mayor carga recae sobre las propias empleadas.Si no lo hace "María", lo hace "Susana" y en lo de Susana está trabajando "Natalia". El trabajo doméstico es uno de los oficios más feminizados (sólo por nombrar algunos más, están las modistas, niñeras y peluqueras), por lo que no es casual que sea precarizado.En un sistema capitalista y patriarcal, las tareas que se realizan en el interior de un hogar no son tenidas en cuenta como parte de un trabajo, principalmente porque no son mercancía con valor monetario. A esto se suma la idea de que ellas hacen todo "por amor" y porque lo hacen "mejor que los hombres", como si estas tareas fueran innatas. Bajo este manto se escondió y se sigue escondiendo un trabajo sacrificado y desvalorizado por quienes se encuentran ejerciendo el poder, frente a quienes no lo tienen. Aquí, los estereotipos sociales juegan un rol clave cuando se perpetúan roles que en este caso acarrean una quita de derechos a las mujeres, bajo la agresiva creencia de que lo hacen porque esa es su función en la sociedad. 


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