pixel facebook
Martes 23 de Abril de 2024

35 ° C Clima

Logo Editorial


Desintegración

Una columna de opinión de Benjamín Fernández Bogado



Duró poco la euforia de los bloques. Hoy con Trump en la Casa Blanca la integración ha pasado a ser un buen recuerdo de los tiempos en que no podía pensarse otro modo de lidiar un mundo dominado por la globalización. El relato de estos tiempos es cómo encontrar ventajas fuera de los bloques que crujen y se ponen en entredicho. La culpa no es sólo del mandatario norteamericano y su visión reduccionista de las ventajas comerciales o de la decisión de los británicos de salir de la UE. En realidad, los bloques han trabajado muy poco el concepto cultural de ser parte de proyectos comunes que tendrían que haber apalancado un desarrollo mundial y no una fragmentación enorme que resultó como consecuencia. En América Latina, la integración se consolidó en lo de siempre: más burocracia, mayor costo, una cantidad enorme de inútiles cumbres presidenciales y una notable incapacidad de alcanzar objetivos generales.

El Mercosur, que viene remando la idea desde 1991, pasó a convertirse en un proyecto político donde el modelo del socialismo del siglo XXI intentó convertirlo en un ariete económico desde donde proyectar las ideas resultantes de la abundancia de recursos por la voracidad china y de otros países emergentes. Lo que se quería en términos básicos e iniciales era hacer un proyecto aduanero común, libre movilización de bienes y personas, y una notable capacidad de negociacion en bloque que finalmente ha quedado en buenos propósitos no concretados. La idea de un Parlamento común generó la indignación de los ciudadanos agobiados de impuestos que debían mantener a un grupo parasitario que se reunía de vez en cuando en Montevideo y por el que cobraban lo mismo que un legislador local. Están en proceso de liquidar este cuerpo, las cumbres son cada vez más esporádicas y no muchos piensan que habría que acabar con un proyecto donde ni Argentina ni Brasil jugaron el rol que sí cumplieron Francia y Alemania en la Unión Europea.

Si las ambiciones hubieran sido más prácticas y reducidas a cuestiones concretas, es posible que no hubiéramos tenido la sensación de fracaso en un mundo global que parece retornar al concepto inicial de Estado-Nación protegido por muros, tarifas y restricciones. La guerra comercial entre China y EEUU es un mensaje más que elocuente de estos tiempos y de su nueva lógica. Marcará también un punto de inflexión sobre el futuro de las relaciones sino-latinoamericanas en donde las restricciones estadounidenses podrían generar nuevas variables en el cambiante escenario mundial.

El proceso de integración y desintegración fue llevado por la euforia de la globalización y por sus consecuencias en la producción de bienes que colocó a algunos países como China en una posición de ventaja que generó pérdidas de empleo y, como consecuencia, la insurgencia de Trump y de otros líderes aupados en ideas nacionalistas cuyo final nadie puede predecir.

Estamos en un momento de desintegración de bloques y la orientación hacia un modelo conocido por muchos siglos que contesta claramente las debilidades del mundo globalizado tan fuertemente alabado e incentivado por los mismos países que terminaron siendo sus víctimas. Notable contradicción en un mundo en cambio que no logra acertar sus mejores opciones.


Comentarios
Los comentarios publicados al final de cada nota son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden generar sanciones legales. La empresa se reserva el derecho de moderar los comentarios y eliminar aquellos que sean injuriosos o violatorios de cualquier legislación vigente.
Todos los Derechos Reservados © 2024 Editorial La Mañana

La Mañana
RSS
Sitemap

Redes Sociales
Facebook
Instagram
Twitter

Miembro de
Logo Adepa
Adherente a Programas
ONU mujeres

Logo Footer