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BALANCE EDITORIAL 2021

“Kunumí” y “Les Borders”, literatura en fanzines



Por Héctor Washington

La mirada comunitaria propició este año la edición de fanzines de literatura, con una gran aceptación por parte del público lector, producto del trabajo colectivo de numerosos escritores que lanzaron una serie de ediciones. “Kunumí” y “Les Borders” destacaron por sus novedosas propuestas y la reflexión permanente acerca de los procesos de escritura y la invitación a repensar los lazos sociales a través de la palabra.

"Kunumí"

Entendiendo a la literatura como un espacio comunitario aun desde las esferas de producción, de trabajo colectivo, de naturaleza dual donde prima la ternura como categoría política, los escritores locales Ariana Cabezas y Federico Torres emprenden con “Kunumí” un camino hacia la comprensión de la escritura como mecanismo de diálogo permanente con el otro, de manera tal de correr el eje del yo lírico hacia un nosotros inclusivo, más democrático y abierto a la transformación de la comunidad.

En ese seno de conversación y revisión permanente de concepciones instaladas es que dan nacimiento a “Kunumí”, un fanzine colectivo de poesía que pone la mirada en la pluralidad del hecho literario como manifiesto, pero también como una apuesta a repensar las relaciones sociales a partir de la consideración del otro en una interrelación de cuidado y respeto recíproco. La palabra en este sentido funciona como dispositivo de sensibilidad, propiciando vínculos más genuinos en el colectivo para fortalecerlo.

A la imagen del escritor solitario hilvanando palabras en mitad de la noche, “Kunumí” parece anteponer su visión dual -que no binaria- del hecho literario, abriendo el juego al diálogo permanente con la multiplicidad de voces que son también conmigo, reivindicando a la ternura como espacio desde donde revisar también las relaciones humanas, interpelándolas desde la palabra, pero también desde el silencio.

"Les Borders"

“Les Borders”, por su parte, germina en una serie de encuentros propiciados por la poeta y bibliotecaria local Julieta Núñez, que convirtió a su casa en una suerte de taller literario donde regularmente se reunían almas inquietas como Aldana Machado, Analía V. Benítez, Ignacio Beltrán, Carlos Fontoura y Milton Machado.

En palabras que su gestora oportunamente brindó a Cronopio, se trata de “un espacio alternativo de escritura y lectura, teniendo como objetivo lanzar al universo palabras como bombas que interpelen al lector. Salimos de las orillas, nos reunimos en los bordes del sentido... para crear belleza a través de las palabras. Siempre en el borde de eso llamado poesía. Habitamos lo indecible para transformar la basura en belleza”.

La edición final de estos encuentros cuenta con las producciones de sus asistentes y un manifiesto que hace las veces de piedra angular de “Les Borders”: “Nos manifestamos entonces por una poesía, una lengua, una palabra más popular, lejos de las estructuras y convenciones, lejos de la connotación sagrada, de la pulcritud idealizada, lejos de las burocracias, más cercana a la gente del barrio, la calle, los manicomios, la biblioteca, los márgenes”. Y en este sentido proponen “un trabajo de elaboración colectiva que tiene lugar a través de signos, gestos lingüísticos, propuestas subliminales y convergencias subconscientes. Es precisamente el campo para la poesía, porque esa actividad modela nuevos dispositivos de sensibilidad en los ritmos respiratorios”.

"Cross en la mandíbula"

Por otra parte, Julieta Núñez acaba de lanzar la segunda edición de su libro de poesía “Cross en la mandíbula”, rediseñado por Mily Escobar, con la colaboración de Julio Fernández Froy.

En este poemario, la autora asesta toda la fuerza del golpe desde el primer verso. Desde ese lugar consigue romper la guardia del lector más incauto, porque “Cross en la mandíbula” no sabe de in crescendos, la tensión en él es una constante, una hoguera avivada por una multitud de versos en disposición mayúscula, emulando la escritura sobre los muros baldíos, los grafitis de protesta que se atragantan detrás de un grito desgarrado.

Irreverente, tremendista y descarnada, su obra nos invita a desandar pasadizos oscuros, donde la calle, los sumergidos, el hambre, el frío y la locura alimentan la intensión propia de una escritura ritual, un exorcismo discursivo. Todo en “Cross en la mandíbula” es holocausto y caos: desde Rosa Parks y su espada de Damocles, las libertades parcializadas y el plan neoliberal haciendo añicos el mundo, hasta nuestras dictaduras, la represión, los estudiantes, la clase obrera, los desaparecidos y las Madres. Es intensidad desde la primera imagen, una maraña lírica concebida en el desborde.

Comprometido y social, cada artilugio estético es puesto a prueba en estos versos, que se revuelcan y retuercen en la insania, en una poesía parida desde el subsuelo, donde perdemos de vista la frontera entre el yo lírico y su autora, una suerte de fiera herida que se va despojando de artificios, directo a sumergirse a un mundo subterráneo, a su propio enredo intimista, a una poética del cataclismo que camina siempre al borde de la cornisa, siempre al filo del último golpe que nos derribe al suelo.



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