Tranquilo, amigable, deportivo, unido, espiritual, todos estos adjetivos le quedan bien al San Miguel, un barrio histórico, uno de los más antiguos de la ciudad, un barrio que vivió el avance y los cambios de la historia. Los primeros pobladores datan de los años 40, en ese entonces el San Miguel era la "Chacra 8" y recibió un grupo grande de personas provenientes de la "Chacra 12", a partir de la localización allí de las instalaciones del Regimiento de Infantería del Ejército Argentino. Avanzada la década, las familias se fueron incrementando, principalmente con inmigrantes paraguayos. Así llegan los Coronel y, junto a otras familias, Benítez, García, Velázquez, Giuliani, Ortíz, Miranda, Décima, Cardozo, Cabaña, quienes serán testigos de innumerables anécdotas del lugar, que pasaría a llamarse luego, "Barrio San Miguel", por la fuerte devoción al santo patrono.
"Cuando yo vine al barrio, en los 50, las manzanas ya estaban trazadas pero había sólo rancheríos. La única calle que había era la Rivadavia, y ahora, mirá lo que es, una belleza", dice don Coronel, que junto a su esposa, Vicenta, recuerdan cómo era la vida antes y "cómo todo ha cambiado tanto". Don Coco tiene 84 años y hace casi 70 vive en el San Miguel; es conocido por todos, y lo logró por ser "un parlanchín" desde pequeño, y por organizar, junto a sus hijos y otros vecinos entusiastas, fiestas populares en la calle, como el carnaval o la fiesta del San Juan, donde siempre es el primero en anotarse para cruzar la brasa.
"En el cruce de la Arenales y Deán Funes, había una especie de represa que juntaba agua de la lluvia, donde la gente cargaba recipientes para llevar a su casa. Pero lo más divertido era ir a buscar agua al pico público, ubicado en la esquina de González Lelong y Deán Funes: se formaban colas y colas y podíamos estar hasta las dos, tres de la mañana para llenar un tambor de 200 litros. Ibamos toda la familia, o entre amigos, porque esa era una excusa de los muchachos para poder pescar alguna señorita", relata entre risas pícaras. Así, viaja a 1947 y cuenta que como cadete vendedor de la zapatería "Ideal", salía junto a sus compañeros a repartir volantes por el barrio, cada domingo y con mucho orgullo. "En aquel entonces, yo ganaba 20 pesos, fijáte vos", señala, y en referencia a la gente, reflexiona: "Siempre fue muy amable, humilde y solidaria; el barrio creció mucho pero por suerte, esa característica sigue estando".
La esencia
Hay cosas del barrio que no se pierden, a pesar de que las casas ya no estén divididas por simples alambrados y que las calles estén pavimentadas, a pesar de que en lugar de un pico comunitario haya una agencia de quiniela, y que los Cabaña hayan decidido alquilar el local donde funcionaba un almacén, y que los vecinos ya no formen una gran mesa larga en el medio de la calle, para celebrar las fiestas de fin de año.
Esta última idea es la que resaltaron Mariana Páez y Feliciana López. La primera, lleva 42 años en el barrio, la segunda, un poco más. Desde puntos diferentes, cada quien en la vereda de su casa, y en distintos momentos, van a coincidir en que lo más interesante del barrio es la seguridad y la tranquilidad.
"Es un barrio muy querido por los formoseños; quién no quiere vivir en el San Miguel", desafía Mariana y añora los años sin pavimento: "Era hermoso, pero ya se fueron varios y vinieron vecinos nuevos". Mariana llegó al San Miguel junto a su marido, cuando salieron adjudicados a uno de los créditos que otorgaba en ese entonces el Banco Hipotecario. Mira a su alrededor y reconoce rastros estáticos del pasado; menciona una casa, "la primera que se levantó en el barrio", ubicada en la esquina de Arenales y Carlos Brunelli: "Es una casa histórica y sigue intacta. Atrás de esa casita, construyeron la primer capillita con palmas, levantada por los mismos vecinos, la que nos dio cobijo cada domingo, hasta que se construyó la Capilla San Miguel Arcangel, sobre la calle Río del Uruguay", detalló.
"Somos muy pasionales"
El San Miguel es tan futbolero que las manzanas están divididas entre los hinchas de Chacra 8 y los de Sol de América. "Acá todos son fanáticos de algo, somos muy pasionales", describieron un par de jóvenes, característica que afianzó don Coronel al presentarse como "hincha a muerte" de Chacra y de Boca, peronista y devoto de San Juan. "El fútbol es un núcleo del barrio, desde siempre. Al principio la canchita estaba cerca de la casa de Noceti, entre la Tucumán -Eva Perón- y la Mitre, de forma transversal", cuenta y se vale de una baldosa en el piso para graficar el plano. "Los chicos siguen participando del club. Siempre nacen jugadores estrellas. El San Miguel es futbolero y tradicionalista", simplificó.
Por otro lado, con el aprobación de su hijo y su esposa que lo escuchan, don Coco resalta algunas escenas de su adolescencia que hasta el día de hoy pueden observarse, con tan sólo recorrer algunas cuadras: vecinos sentados en la vereda, compartiendo unos verdes con masitas de la panadería de Don Cáceres, una de las panaderías más grandes que había, donde su madre trabajaba como cocinera; jóvenes caminando en grupo por el medio de la calle, alguno golpeando la mano en la casa de su amigo, esperando que éste salga para ir a "pelotear un poco al Club", otro yendo al Almacén de Don Cabaña, 'Tranquilo Chacra', para "cumplir con el mandado".