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VANESA MASSA, ARTISTA VISUAL FORMOSEÑA DE PROYECCIÓN INTERNACIONAL

Moldear la abstracción

* Por Héctor Washington



Vanesa Massa es una arquitecta y artista visual formoseña que desde hace muchos años vive en Buenos Aires. Comenzó desde muy pequeña a explorar el mundo a partir de las interminables horas del día que pasaba dibujando, actividad que compartía con los videojuegos, lo que -sin saberlo- marcaría su destino y su pulso vital en la actualidad: “Empecé en Formosa desde muy chiquita. Fui al Albertazzi un tiempo y en el Nacional aprendí a dibujar. Hubo un momento en que mis padres me mandaron también al Polivalente, porque yo lo pedía, y al Santa Isabel. Durante la Secundaria empecé a pensar qué quería hacer y tenía la suerte de que mis padres me pudieran mandar a estudiar afuera. Y yo no quería hacer otra cosa que dibujar, pero no encontraba una carrera donde canalizar eso. En esa época, todos buscábamos una carrera que tenga nombre y apellido, y mi viejo pensó que como artista me iba a morir de hambre, porque tenían otra configuración de la sociedad, incluso hasta hoy en día”, rememora en un extenso diálogo con Cronopio.

“Yo me quería venir a Buenos Aires, pero mi papá no quería que estudiara arte. Entonces comencé Arquitectura y me enamoré, porque me enseñaron a dibujar de verdad, a vencer el miedo a la hoja en blanco, las proporciones, la sección áurea, la historia del arte, la combinación de colores…”, recuerda. “Y ya, cuando salí de la facultad, en 2001 era la crisis del país y comencé a buscar trabajo. Entonces trabajaba, pero no era lo que realmente quería hacer de mi vida”, en cuanto a su vocación, que sentía como una asignatura pendiente.

Vanesa inició sus estudios de la mano del maestro Andrés Waissman en clínicas de arte y pintura que amplió con diversos artistas formadores. Sus primeras incursiones en el mundo del arte fueron a través de la pintura abstracta y trabajó en talleres colectivos de artistas de la escena porteña, donde supo exponer desde el año 2010 en numerosas muestras del circuito de galerías de la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo la Legislatura: “En un principio, comencé a dibujar pero lo hacía solamente para mí. No lo quería mostrar. Y conozco a un pintor, Andrés Waissman, mi maestro, y de su mano empecé a encontrar que yo podía pintar en serio, con acrílico (no pinto al óleo). Y me empezaron a llamar para galerías de muestras, con un grupo hermoso de pintores con los que pinté durante dos o tres años”.

Sobre sus días de niñez, reconstruye como escarbando en la memoria: “Cuando era chica, pintaba surrealismo. La música también influenció en eso, solía escuchar mucho Pink Floyd de joven y The Cure. Y eso, con lo que uno juega cuando es adolescente, después te define cuando sos grande. La música formó parte porque me encerraba horas dibujando. Siempre pinté abstracto, nunca dibujé -por ejemplo- la cara de una persona o un paisaje; nunca pinté la realidad”, asegura.

Años más tarde, su incursión en el arte digital supuso un crecimiento a gran escala de su universo estético e investigativo, lo que le permitió ampliar su espectro creativo: “Yo estaba entre el dibujo y la máquina, y después comencé a sacarles fotos a mis pinturas, las procesaba en Photoshop y jugaba con eso, con las formas, con los colores. Y empecé a hacer lo que se llamaba arte digital”, recuerda y se confiesa: “Yo necesito estar entre la tecnología, yo no soy de la generación de la tecnología pero sí me tocó el surgimiento de las computadoras, que me vuelven loca. Entonces se me abre un mundo nuevo en el arte digital. Pero no sabía si realmente podía vivir o no de eso, si me ganaba la vida o no con eso. Pero nos pasó por arriba Internet y ciertamente hay gente que vive de lo que hace”.

“A fines de la década del ’80 -cuenta- se pusieron de moda los jueguitos electrónicos. Entonces íbamos a Alberdi y comprábamos los jueguitos de mano. Me volví tan adicta, que hasta hoy en día sigo jugando igual que cuando era chiquita. Creo que ahí empezó mi mundo digital y ya nunca me separé de lo tecnológico, amo la tecnología”, analiza acerca de su gran afición al mundo digital, del que supo valerse para explotar su creatividad y darla a conocer finalmente al público.

“Cuando era chica, tenía dos sueños: uno era que mis pinturas se movieran y también quería leer en la oscuridad, lo que no podía hacer porque, a la hora de dormir, mi mamá me apagaba la luz. Entonces, cuando en 2010 me fui a vivir a Nueva York, con un iPad en mano, me di cuenta de que podía leer en la oscuridad. Y ahí mi vida cambió, porque podía dibujar, jugar jueguitos, podía leer y me pasaba todo el día en el iPad”, confiesa. Y asegura categórica: “Para mí, todos los personajes de los juegos están vivos; todos estamos adentro de un jueguito. Yo sigo pintando en físico con acrílico, pero pinto un par de horas y luego voy a la computadora”.

El año 2016 supuso un enorme cúmulo de experiencias para la vida de Vanesa, tanto a nivel personal como creativo, a partir de un viaje al Amazonas para investigar las llamadas plantas maestras, particularmente la Ayahuasca. “Y se me abre un mundo a nivel sensorial, me redescubrí como artista, como pintora, como dibujante y comencé a ver otras cosas de la realidad: estamos acá para hacer lo mejor que podemos. Y yo quiero hacer de este mundo un lugar mejor, desde mi metro cuadrado”, plantea decidida. “Y comencé a pintar de una manera frenética, de las dos maneras: de forma digital y con acrílico. En 2019 me fui a Ecuador y comencé a crear, a diseñar prototipos de máquinas (las que configurarían gran parte de su arte venidero). Después me invitaron a un viaje al Tíbet y quedé enamorada de Katmandú. De pronto, me encuentro caminando por las montañas del Himalaya: veo los budistas, veo la gente que se despojó de sus pertenencias y medita por el amor de la humanidad. Y eso alimentó más mi arte, porque me enseñaron a agradecer y a sonreír”.

Su travesía continuó antes de hacer pie en Argentina y, luego de un alto en Barcelona, la pandemia la encontró de nuevo en Buenos Aires, diseñando y dibujando “las naves que nos van a sacar de este planeta, porque este planeta está enfermo”, inspirada en las películas de animación del japonés Hayao Miyazaki: “Comencé a inventarme mundos de fantasía. Y empecé a buscar qué quería contar con mi obra. Y de repente, dije: ‘Voy a poner una empresa de naves espaciales, di-señamos y construimos naves espaciales para la gente que se quiera ir de este planeta, por la razón que fuera’”. El proceso es bastante particular: “Dibujo una máquina, voy a mi computadora y la animo”, explica.

En plena pandemia, un amigo suyo crea un Centro Cultural de Artes Electrónicas, “sin plata y con la participación de mis visuales. Era mi pintura en grande con algo de movimiento que le otorgaba. Entonces me meto con la tecnología full”, grafica. “Y ahí arranca la vinculación en serio con el arte visual y la música electrónica. Para mí, eso también es pintar; no tengo el pincel, el agua ni la pintura, pero para mí es lo mismo. Y a la gente le gustó porque empezó a ver algo distinto con las visuales, y me empezaron a llamar para participar en galerías de arte y convocatorias. Entonces me postulo al MUTEK Buenos Aires 2022 y quedé. Esa noche se me cumplió el sueño de que mis cuadros se movían, mis pinturas se movían con la música”, recuerda.

En efecto, el año 2021 encuentra a Vanesa participando del cierre de las Residencias Artlab x Amplify D.A.I., con apoyo del British Council, y al año siguiente fue parte de la Feria de Arte Contemporáneo MAPA y el Festival Ciudad Emergente. También en 2022, participó de “Luminiscencias”, un ciclo abierto de estrenos musicales, donde presentó un show audiovisual inspirado en el sonido de la música ambient y la electrónica. Ese mismo año se presentó en el MUTEK Buenos Aires, el festival de música electrónica y arte audiovisual más importante del mundo.

La llegada de la Inteligencia Artificial despertó enorme curiosidad en su espíritu inquieto y creador, herramienta que adoptó en sus obras ofreciendo experiencias digitales de enorme atractivo, con la creación de atmósferas, espacios y objetos que ponen en cuestión la fuerza del color, la luz y la materia en sintonía con los avances de la física cuántica.

“A mí no me asusta la Inteligencia Artificial, porque nunca reemplazaría el amor humano, una charla con mis amigos, un abrazo con mi viejo… nada va a reemplazar eso. No hay manera. Y este es un planeta escuela, nosotros venimos a aprender acá. Entonces empecé a investigar la IA y a usarla para agilizar mi trabajo, como un asistente. Y una vez que yo logré que mis pinturas se muevan, comenzó lo cuántico. Lo cuántico es todo, vivimos en un mundo cuántico y creamos la realidad con nuestras palabras, por eso hay que ser responsable de lo que elegimos. Cuando yo hago mis pinturas, entro a un universo cuántico. Yo creo en lo que estoy pintando y creo que tiene vida propia, lo que hay en la pantalla tiene vida propia”, sentencia convencida.

Durante 2023, Vanesa continuó con sus presentaciones, esta vez en arteBA y el MALBA, en ocasión de celebrar su 22° aniversario. Y además, destacó ese mismo año en el proyecto Artlab -que nuclea a artistas digitales de música y visuales-, ocasión en la que preparó una puesta de arte digital en el cierre de año de la Bolsa de Nueva York, junto al DJ argentino Gonzalo Solimano: “Hay una empresa muy importante de Argentina que hizo su fiesta de fin de año en la Bolsa de Nueva York, y le pidió a Gonzalo organizar un evento de cierre. Y él le propuso ir con arte digital, entonces me pidió armar algo para proyectar en las pantallas de la Bolsa. La gente que estaba ahí, en un principio, creía que era un atentado. Él empezó a tocar música y apareció mi arte. Para mí fue algo histórico”, grafica emocionada.

Vanesa Massa participa hoy con su arte digital del cierre del Circuito de Galerías Argentinas en el Centro Cultural de Artes Electrónicas, con “la perspectiva cuántica de crear desde un pincel un mundo”.

Sobre su tierra natal, aseguró: “El año pasado trabajé con los chicos de ‘Tubo Rojo’. Nos presentamos en Rosaguarú. Yo nunca había vuelto como artista a Formosa porque me fui como estudiante. Y encontré algo enorme. Hay una bohemia y un resurgimiento cultural sorprendente. Hoy en día vas a ver shows del under que son interesantísimos. Hay una sensibilidad muy grande y un semillero de artistas impresionante”.

Y evaluó: “Yo creo que si alguna política sirve para algo, debería ser para apoyar a los artistas. Ahora se dice que ‘no hay plata, mejor les damos comida a los que no tienen’. Pero también el arte es comida, porque en la pandemia, por ejemplo, nos salvó el arte. Y el alimento -en teoría- es política de Estado. Y si los políticos laburaran bien, todo eso estaría cubierto. Y si eso está cubierto, vos tenés que nutrir el alma, y eso se nutre con arte de los escritores, de los que hacen música, los que hacen cine y los que pintamos”, finalizó esta artista visual que supo recorrer el mundo con su propuesta y moldear el color, la luz y la abstracción entre sus manos, como quien forja una pieza de barro que también nos define como seres fugaces en el ancho universo.



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